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miércoles, 25 de febrero de 2009

Mi vida I: Reproches.

Ya no queda nada, ni las palabras pueden consolarme.
Demasiadas explicaciones. Demasiados lamentos.
Ya nadie quiere escucharme. Sola en medio de la gente.
Me mantengo con las promesas, con las falsas ilusiones de reconocimiento, viviendo de mentiras en este encorsetado mundo.
¿Acaso debo dejar atrás lo que soy para sobrevivir?
Sí, ya nadie quiere la sinceridad.
Eres demasiado agresiva e intempestiva, nunca dejarás de ser una bocazas.
Todos te miran con descaro, ni siquiera se esfuerzan por ocultar su odio.
Les dejaste que acabaran contigo, ¿de qué te quejas ahora?
Tú probocaste tu desgracia.
Te limitaste a ahogarte en el mar de tus lágrimas, sin hacer nada por remediarlo. ¡Estúpida!
Tan solo tienes lo que te mereces.
Eres una extraña para los que te rodean, incluida tu familia.
Nunca serás lo suficientemente buena para ellos.
No sirves para nada.

Sí, es cierto, no sirvo para nada.
Sí, ya sé que no vale la pena intentarlo.
Ya sé que hasta los que dicen amarme me odian.
¡No hace falta que me lo recuerde cada día!
Sé que me hundo yo sola en mi propia desgracia.
Basta una palabra iriente y me derrumbo como si fuera un vulgar castillo de naipes.
Soy débil... ¿a quién le gusta ser así?
No es lo que las palabras sean, sino lo que representan: decepcionar a alguien querido.
Tú abandonas, tiras la toalla y te dejas caer sobre la lona.
Muerta por dentro, hasta que la esperanza vuelva a aflorar lentamente en tu interior, derrumbando tus murallas a su paso.
Te gustaría ahogarla, impedirla crecer, pero no puedes.
¿No lo comprendes?
Bajar la guardia te hará cometer errores.
Dices lo que no debes.
Haces lo que no debes.
Ahogas tu verdadero yo en las profundidades de ti misma.
Te creas una identidad, más fría y más fuerte, en definitiva, mejor.
Pero solo es pintura en tu fachada.
Se irá, con el tiempo se irá, y te arrepentirás demasiado tarde.

21-02-09

-Esto es lo que cualquier chica como yo puede pensar un día. Somos los culpables de nuestro sufrimiento, sabemos mejor que nadie los que nos duele. Somos crueles con nosotros mismos, nos exigimos demasiado.
Pero somos lo único que tenemos. Aunque hay veces en que la confianza y el autoestima se evaporan.
Los demás no pueden saber que es lo que nos mata, pero si lo supieran, atacarían en la herida.
Nosotros somos los que decidimos aceptar los insultos como calificativos válidos para nosotros mismos.
Por este texto, que yo misma he pensado este fin de semana, puede parecer que estoy al borde del suicidio, pero nada más lejos de la realidad, ya no.
Pero como buena adicta a la melancolía, (parece mentira, pero engancha) una tiene sus recaídas.

martes, 24 de febrero de 2009

Una canción


La vida son dos días, el tiempo apremia,
da igual que nada termines, algo empieza.

El juicio final te llega,
no te marches sin dejar nada de prueba.

Siempre habrá un motivo para luchar,
aunque halla cien mil para llorar.

Que el tiempo corre en su lento tic-tac
y absolutamente todo lo deja atrás.

Si la gente te falla que no te duela,
los que de verdad te quieran borrarán la pena.

La vida es luchar por el momento,
que a cada instante perdido ya no hay regreso.

La vida es llanto, es sueño,
y está llena de segundos inciertos,
de caídas, de aciertos,
de fallos tontos, de buenos momentos,
es todo aquello que nos mantiene vivos,
aunque estemos heridos, continuaremos.

No debemos quedarnos quietos,
aunque a mi me gusta frenar,
quedarme en el centro,
y mirar desde mi alrededor lo que hay dentro.

Los latidos de mi corazón marcan mi ritmo,
porque todos somos como una canción,
bailando juntos a distinto son,
por eso hay roces cuando hay distinta opinión.

Música que cambia, que evoluciona con cada emoción,
pero nunca deja de ser la misma canción.

lunes, 23 de febrero de 2009

Déjame

Estoy cansada de ser esas promesas que se lleva el aire,
estoy cansada de ser esa sonrisa que no quiere nadie,
estoy cansada de estar contigo, de ser tu camino, tu destino, y sentirme vacía y en el olvido.

Me levanto cada día llorándole a la mañana al despertar,
sintiéndome un barco a la deriva al despertar,
ese mar lleno de mis lágrimas saladas, que ahogan mis sentimientos,
agua quieta, helada, un iceberg que crece por momentos.

Como una estrella en mi firmamento,
cada sonrisa, cada momento,
todo pasaba tan deprisa,
cada instante juntos de lo llevaba la brisa.

¿Y qué? Todo lo que amaba a muerto contigo
y el silencio llena todo de vacíos,
imposible sentir, imposible pensar,
impensable tan siquiera llorar.

Desde que tú no estás todo es distinto,
es mejor.
Ya no tengo que pensar
si lo que te digo está bien
o está mal.

Olvidé tus gritos, tus disculpas apresuradas,
tus caricias, tus cartas extraviadas.
Te olvidé porque no vales la pena,
porque desde entonces la música suena,
el color vuelve, ya no hay nada que me duela,
nada en mis barreras se cuela,
para mí ahora el tiempo vuela.

No hay nada que decir,
tan solo déjame vivir
en tu ausencia,
déjame volver a sonreír
sin tu presencia,
y perderte en la nada
y su esencia.

DÉJAME SENTIR QUE HAY ALGÚN LUGAR EN EL QUE SER ALGO MÁS QUE UNA APARIENCIA.

lunes, 16 de febrero de 2009

La luz de mi vida III

Y el esperado final llegó...



El miércoles no apareció. Fui muy consciente de que me había acostumbrado a Sara y me sentí un poco solo sin ella. Quizás yo no le interesaba. El viaje se me hizo largísimo y estuve de mal humor todo el día. ¿Cómo podía dejar que una chica me influyera de esa manera? ¿Me estaba enamorando acaso? La perspectiva no se me hizo muy alentadora, una chica como esa nunca se fijaría en un colgado como yo. Creí que nunca volvería a verla.

El jueves fue distinto. Iba con un vestido azul cielo, de volantes y una diadema en el pelo, que le daba un aire muy infantil.

Traía una rosa roja en la mano y parecía muy feliz. Un pinchazo de celos me atravesó.

Me disponía a retirarme elegantemente, alejándome del ridículo, cuando sentí una mano cálida en mi espalda. Me tendió la flor y me sonrió. Me sentí muy especial cuando comprobé que esa sonrisa era toda para mí. Los celos se evaporaron como si nunca hubiesen existido. La rosa no era el regalo de ningún novio, era para mí.

-Lo siento tanto… Me dolía muchísimo la cabeza y tuve que ir al médico. Al final el golpe era más grave de lo que esperaba. ¿Me perdonas?

-¿Cómo me preguntas eso? Soy yo el que debería disculparme. ¿Estás bien?

-Me han dado tres meses de vida.

Ella estaba muy seria. Me puse pálido como una vela. Sentía un agudo dolor en el pecho. No quería perderla antes incluso de conocerla. Me costó bastante pillar la broma.

Esa mujer me iba a dar más de un disgusto. Se echó a reír y me cogió de la mano, tirando de mí hasta nuestro rincón, cerca de la puerta.

Me puse a su lado, sonriendo, apoyado en la barra.

El tren se bamboleó, empujándola, chocando con un ruido sordo contra mí. Ella se puso de puntillas y me besó.

Desde entonces toda mi vida gira en torno a ella. Se la presenté a mis amigos, a mis padres, a toda la gente que conocía. Quería decirle al mundo entero lo mucho que la amaba. Ella es la luz de mi vida.

La luz de mi vida II

Debido a la gran aceptación de la 1ª parte... Señoras y señores, allá va la 2ª... Advertencia: Todavía no es el desenlace, paciencia...


-Bueno, ¿y dónde…?
La voz del megáfono ahogó mis palabras.
-Tengo que irme. Ha sido un placer, Aarón. Hasta mañana.
La vi marcharse con el corazón encogido. Esta línea de tren dejaba de funcionar el fin de semana y no la vería hasta el lunes.
Me pasé el fin de semana en casa, encerrado. Mis amigos estaban liados con los exámenes y yo estaba francamente aburrido. En ese momento me gustaría haber suspendido alguna asignatura con tal de tener algo que hacer.


El lunes casi me lancé al vagón del tren.
De las prisas me llevé a una chica por delante. Caímos juntos y ella se golpeó la cabeza contra el suelo.
Era Sara.
Se había cambiado el color del pelo, dejándolo en un negro mate, y llevaba una falda escocesa roja, que variaba su atuendo negro.
-Hola. –Se había llevado la mano a la zona dolorida, y su sonrisa era más bien una inocente mueca de dolor.
-Perdóname, yo no quería…
-No pasa nada, ha sido un accidente. –Sin decir nada, pasé el brazo por sus hombros y apoyé su rostro en mi hombro. Yo no sabía que decir. -¿Qué…? Gracias.
Ella cerró los ojos y se dejó abrazar. Parecía necesitarlo. No dijimos nada durante todo el viaje. Cuando llegamos a su estación se separó suavemente de mí y me sonrió.
-Hasta mañana. –Una sonrisa bobalicona se quedó en mi rostro. Era perfecta, una auténtica princesa. Aunque seguramente no se pondría nunca un vestido rosa de seda para un gran baile ni dejaría que la salvaran.


El martes llegué antes que ella a la estación. El tren estaba a punto de marcharse cuando entró. Me di cuenta de que nunca parecía tener prisa. La vi ponerse de puntillas y girar la cabeza de un lado a otro, buscándome con la mirada. No era muy alta; a decir verdad, era tan pequeña que era difícil distinguirla a través de la multitud. Me llegaría, más o menos, por los hombros, pero su delgadez la hacía elegante y estilizada.
-Hola. –Estaba contenta y su sonrisa era tan amplia que me deslumbró. -¿Qué tal el fin de semana? El lunes se me olvidó preguntártelo.
Por la forma en que en hablaba cualquiera creería que éramos amigos de toda la vida. Ojalá.
-Bueno, un poco aburrido, ¿y el tuyo?
-No estuvo mal, pusieron un par de películas buenas en la tele.
-¿Cuáles?
En ese momento empezó a hablar y no paró. Perdió la vergüenza y me di cuenta de que era simpatiquísima. Teníamos muchas cosas en común, entre ellas las carreras de coches y la lectura. Nunca pensé que podría hablar tanto con una persona. Como siempre, el trayecto se me hizo muy corto y en seguida nos tuvimos que despedir.
Nos dimos los teléfonos, pero por la tarde no me atreví y ella tampoco me llamó.

viernes, 13 de febrero de 2009

La luz de mi vida I


A los que recordeis mi carta de amor... debo deciros que gracias a ella he ganado el primer premio en el concurso. Presenté también un relato, cuya primera parte expongo a continuación con el que he ganado el segundo puesto.

Disfrutarlo!!!!

Era jueves y hacía calor. Ella estaba allí, a mi lado. Sentía su presencia muy cerca, a penas unos centímetros nos separaban. Ella clavó en mí sus brillantes ojos aguamarina. Se sonrojó y desvió la mirada.

El tren anunció la llegada a la estación.

Me dedicó una pequeña sonrisa y se marchó.

De repente, eché de menos su silenciosa presencia.

El viernes me levanté temprano. Me planté ante el espejo y me peiné lo mejor que pude.

Al final opté por un estilo desenfadado, metiendo los dedos entre el pelo engominado. Parecía recién salido de la cama, pero no se me ocurría nada mejor. No sabía porqué, pero estaba ansioso por verla.

Volví a coger el mismo tren.

Estaba en el mismo sitio, con su pelo negro rojizo suelto sobre los hombros desnudos.

Parecía un ángel pequeño y desamparado.

Quería acercarme, abrazarla, ofrecerle mi ayuda, lo que hiciera falta.

Estaba seria, mientras observaba el libro abierto en su regazo. Lo cerró y lo guardó en la cartera que llevaba a la espalda. Se levantó y fijó la vista en la ventana, aunque estaba completamente oscura y no se apreciaba nada interesante.

Me armé de valor y me acerqué.

Ella se giró, indiferente. Su expresión cambio, sus ojos mostraron signos de reconocimiento al verme y me sonrió. Noté que me sonrojaba y ella se rió con fuerza.

-Hola. –Me costaba escucharla en medio de todo ese barullo, pero su voz se oía clara en mi cabeza.

-Hola. ¿Cómo te llamas?

-Sara, ¿y tú? –Me trabé. Se me acababa de olvidar mi propio nombre. Ella sonreía irónicamente.

-Yo…esto…no me acuerdo.

-Si no me lo dices voy a tener que llamarte señor “X” en mis sueños.

-¿Qué has dicho?

-¿No te gusta?

-No es eso. Te juro que tengo un nombre; quiero decírtelo, pero no me sale.

-¿No será Aarón? –Me asusté. ¿Y si era una bruja, una vidente o algo así y me echaba mal de ojo? Desde luego, lo parecía. Vestía de negro de los pies a la cabeza, aunque de estilo militar, con una estrella de cinco puntas colgando de una cadena de plata. Su mochila colgaba ahora de su hombro derecho y le resbalaba continuamente, aunque la colocaba en su sitio con gracia.

-¿Cómo lo sabes?

-Llevas una chapa con tu nombre en el cuello.

Acababa de hacer el ridículo delante de una chica guapa. Magnífico, me merecía un aplauso.



Continuara...

martes, 10 de febrero de 2009

Cuando lo dificil es hablar y no que te escuchen.

+
A una de las entradas anteriores le puse un título bastante largo, una frase que se me ocurrió uno de estos días en los que te dedicas a pensar. "Lo difícil no es abrir el corazón si no encontrar a alguien que esté dispuesto a mirar lo que hay dentro."

Hasta hace cierto tiempo pensaba que esa frase describia bastante mi situación.
Bueno, lo mío no es muy distinto de lo que dice la frase. Supongo, que lo que pasa es que si no quieres hablar, da igual que no haya nadie al otro lado para escucharte.

Cuando "te dan por todos los lados", prefieres no pegar de tonta y caer otra vez.
A veces, cuando eres pequeño, te encierras en un lugar oscuro y calentito (la mayoría de las veces debajo del edredón y/o cama) y te dejas ir, normalmente cuando tienes miedo.
Imagínate un lugar así dentro de ti mismo, solo, aislado, a salvo.
Creo que lo llaman "escudarse".

Es más fácil llegar a ese punto que salir de él. Antes de que te des cuenta, has agachado la cabeza, te has escondido y has dejado de luchar.
No sé, es difícil explicarlo. Por fuera estás normal, sonríes... pero por dentro, por dentro en realidad no estás allí. Las emociones más simples son puros reflejos. El enfado, la risa, todo eso te llega como atenuado. Solo los sentimientos más fuertes chocan contra ese muro de cristal que te rodea, resbalando si son alegres o quebrando la barrera si son tristes o demasiado profundos.
Sin darte cuenta no avanzas, vas para atrás, te ciegas en tu desgracia.

Pero, con el tiempo todo se pasa, nada perdura, y hasta el escudo acaba rompiéndose.
Ahí es cuando peor lo pasas, porque es como si fueses más pequeña e insignificante.
Las palabras, los comentarios, se convierten en ráfagas de viento helado. No eres capaza de convencerte de que tú vales más que eso. Te infravaloras. Cuando el daño ya está hecho, de vez en cuando llega alguien que cree en ti, que te dice lo mucho que importas, pero pagas los platos rotos con esa persona, que no tiene ninguna culpa.
Es injusto, como lo que te han hecho a ti, piensas.
Después de haberte entregado de lleno en tu vida, de haber derramado lágrimas hasta que te duele, después de haber sangrado hasta la última gota de sangre, ya no tienes ganas de nada.
Ignoras la felicidad, una meta imposible, pasas de ilusionarte con algo, solo puedes pensar que nunca lograrás tus sueños, que es estúpido perder el tiempo es vanas ilusiones. Pierdes la fe.
Dejas de proponerte cosas.

Dejas correr el tiempo entre tus dedos, pasan los trenes ante ti y ni siquiera te esfuerzas por cogerlos.
Te has quedado afónica de tanto gritar pidiendo una ayuda que nunca llegó.
Algo bueno tiene, te espabilas de golpe.
La realidad adquiere para ti un cariz más claro.

Maduras, pero pierdes la infancia por el camino.
Pero no es eso lo importante.
Con el tiempo, te endureces, dentro o fuera de tu coraza, y aprendes a defenderte, a levantarte de la eterna caída. Buscas algo, pequeñas cosas qeu te motiven. Una canción (o todo un estilo), un libro (o toda la biblioteca, como yo), un deporte... algo.

Hombre, la desconfianza siempre queda, todo en la vida deja una huella invisible e inborrable en nosotros, algo que marca nuestra forma de ser y de vivir la vida, y hace de nosotros personas distintas.


Esta también va dedicada, ¿te vale con esto, amigo?

viernes, 6 de febrero de 2009

Carta de amor

Querida amiga:

Quizás sea ya demasiado tarde, ahora que estás tan lejos de mí, pero no quiero morir con la certeza de que nunca lo intenté, nunca he sido un buen perdedor.
Si dijese que te amo desde el primer momento en que te vi, mentiría descaradamente, porque hasta hace unos meses no me fijé en ti de esa manera.
No puedo creer que después de tantos años, solo me diese cuenta de lo que siento justo antes de que te marcharas.
A veces, me encuentro pensando en la forma de tus ojos, verdes como las hojas de aquél árbol donde pasábamos las tardes de verano sentados bajo su sombra. Perdona que me ponga poético a estas alturas, nunca ha sido mi fuerte, pero me siento perdido, sin rumbo desde que tú no estás.
Me había acostumbrado a verte todas las tardes en la orilla del mar al atardecer, sobretodo cuando habías tenido un mal día en la universidad y lo pagabas conmigo a gritos.
Yo me marchaba cabreado, y esperaba en casa a que vinieras con una caja de bombones (sin almendra) y una sonrisa.
Creo que en todo este tiempo no los he probado nunca.
Siempre te los comías tú todos, mientras parloteabas sin parar sobre cualquier cosa, aunque muy a menudo incluías a la extinción de las ballenas en tu interminable discurso.
Me gustaba oír el sonido de tu voz, suave, aguda y, a veces ligeramente ronca de tanto gritar. Siempre me mantenía un poco alejado, porque gesticulabas mucho y me he llevado un bofetón más de una vez.
¿Cuánto tiempo hace que te marchaste? ¿Un minuto, un momento, un día?
En definitiva, toda una vida, porque la mía se ha parado desde que te fuiste.
Nunca te tomé en serio, tus locas ideas de volar, de dar la vuelta al mundo eran para mí solo eso, locuras de una niña mala.
Pero nunca me mentiste, peleaste e hiciste realidad tu sueño. Siempre fuiste muy valiente y muy cabezota.
¿Cuántas tonterías hice por amor a ti, mi reina?
Ya no puedo contarlas, pero daría la vida por hacerte feliz.
No te pido que vuelvas, eso sería muy injusto y egoísta por mi parte.
Entre estas líneas te estoy entregando mi corazón (aunque si tuviera que hacerlo literalmente también lo haría) porque negar lo que siento sería traicionar mis principios.
Estaré aquí cuando vuelvas, esperándote, porque sé que tarde o temprano volverás; te has dejado a tu perro en mi casa, tienes que recogerlo.
Te echamos de menos, el perro y yo; nos pasamos las noches aullándole a la luna.
Es broma, el perro nunca lo hace.
Me siento terriblemente solo, sobre por la noche, cuando tengo más tiempo para pensar en lo que dejé escapar por no declararme en su momento.
¿Recuerdas cuándo me dijiste que ya nada te ataba aquí?
Sentí deseos de gritarte que te quedaras conmigo, porque te necesito. No lo hice porque pensé que serias más feliz lejos de mí.
Ahora mismo daría la vida por un te quiero y un beso tuyo.
Mira… acabo de recordar cuál fue el momento en que me di cuenta de que estaba enamorado de ti.
Fue en tu fiesta de cumpleaños.
Estabas triste porque tu novio te había dejado. Te pregunte que qué podía hacer por ayudarte.
Tú me pediste un beso.
Fue el momento más hermoso de mi vida. Desde entonces me paso las horas pensando en ti. Te quiero. Te amo. Te adoro.
¡Dios, esto está matándome! ¿Por qué tengo la sensación de que todo lo que te diga será poco para describir este sentimiento que me devora?
No puedo vivir sin ti, esto es una lenta agonía, una locura.
Mándame tu próxima dirección en la siguiente carta y no te muevas de donde estés en ese momento.

No voy a quedarme así, te seguiré a donde vayas, al fin del mundo si hace falta; no pienso dejarte escapar, me quieras o no.

Completamente tuyo, con todo mi amor


Necesito vuestra opinión sincera, que este es uno de los motivos por los que no he escrito nada, me presento a varios concursos literarios, y la cabeza no da para ocuparme también del blog.

Sed sinceros!!!

lunes, 2 de febrero de 2009

Un buen día

Voy a hacer una excepción en mis vacaciones, estoy de muy buen humor, así que quiero compartirlo. (no os acostumbreis) Allá va...

Mi definición de un día perfecto:

1. Me levanto, tarde como siempre, desayuno de correprisa (pero bien) y me lanzo al coche.

2. Voy pegando saltos para esquivar los charcos, y entro sin prisa en Ed. Física (anda, una rima)

3. Jugamos al beisbol, bateo como el culo pero descubro una nueva faceta de mi misma, SOY UN BUEN PITCHER!!! (o como se escriba)

4. La clase termina, y cuando voy a los vestuarios, me choco contra una viga PERFECTAMENTE VISIBLE.

5. Llegamos a lengua, no tengo hechos los deberes, pero improviso y me sale bien la jugada.

6. Me paso el recreo partiendome el culo com mis amigos, mientras les cuento un relato que voy a escribir, que es una chorrada sangrienta, de perturbados.

7. Tras dos clases muy duras, en las que me rio por tonterias y silvo descaradamente, llega el recreo, y con él el bocata (a 4º me muero de hambre)

8. A 6º me pongo a dibujar una caricatura de un pingüino y una foca con Miriam (ella me ayudaba con los dialogos)

9. Llego a mi casa y mi madre no me abre, pero me da igual.

10. Lentejas de comida. No hay palabras. Queda claro que no me hace mucha gracia, pero mi madre se lo emrece y me las como.

11. No hay deberes (aunque si los hubiera tampoco habria gana de hacerlos).

12. Estoy en el ordenata ¡¿Que mas quiero?!




En definitiva, lo importante es la actitud, si tu le sonries al dia, da exactamente igual lo que te pase, (a lo mejor el vigazo me afecto mas de lo que pensaba)


Esto va también por tí, Rodrigo...