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miércoles, 15 de diciembre de 2010

Golpe de estado

Voy a explicar la razón por la que he tomado de forma violenta esta sesión del parlamento.

Creo que todos nosotros, los políticos, deberíamos pararnos a reflexionar un momento.

Sí, es mucho más fácil controlar a una sociedad despreocupada y analfabeta, que no quiere participar y no tiene opinión de nada, pero… ¿es eso lo correcto?

Nosotros, los políticos, no estamos aquí para enriquecernos a costa de los ciudadanos.

Ni tampoco para embaucarlos con nuestras mentiras.

Vivir de discutir con los demás y de pelear por el poder me parece absurdo.

Nosotros, que salimos del pueblo, debemos trabajar para el pueblo.

Y, en primer lugar, deberíamos hacer un examen de conciencia.

¿Por qué nunca decimos las cosas claras?

¿Por qué utilizamos medias verdades o desviamos deliberadamente los temas, enmascarando lo que debemos decir en realidad?

¿Cómo podemos promover una sociedad justa si somos los primeros en envilecerla?

Deberíamos reconocer que hemos cometido un error, y que costará su tiempo solucionarlo, pero haremos todo lo posible por salir adelante y arreglarlo.

¿Y la educación?

Qué hipócritas estamos siendo cuando decimos que lucharemos para evitar el fracaso escolar.

Delante de las cámaras decimos eso, pero por detrás, bajamos el nivel año tras año, haciendo que las nuevas generaciones sean más y más incultas.

El triunfo del estudiante sin motivación provoca la caída de aquel que desea aprender, y hacerlo sin ser juzgado o visto mal.

Porque entre los jóvenes, ahora la sabiduría es accesoria, algo que debemos eliminar.

Hijo que pretenden vivir de sus padres, y más tarde de sus hijos otra vez.

¿Es justo obligar al profesor a darle una palmadita en la espalda a aquel que pretende que, la justa minoría que desea crecer sea catalogada y humillada por la mayoría ignorante que no puede ver más allá de sus narices, que cree que todo va a sus manos y que no hay que pelear por nada de eso?

Cada día que pasa, perdemos autoridad.

Que sólo vote un sesenta por ciento de la población es el reflejo de que, cada vez más, a los ciudadanos les da igual quién gobierne, porque todos haremos lo mismo por cambiar.

La variedad desaparece cuanto más nos acercamos al bipartidismo en un momento en el que nadie desea participar en el corrupto sistema, y cada vez sabe menos de política.

Nosotros, los miembros de cada partido, aceptamos y alentamos esta situación para poder acaparar el mando, para repartir cada ver entre menos el jugoso pastel de autoridad.

Basta de mentir al pueblo y hacer que se vuelva una masa conjunta de ovejas cegadas por el consumismo que no puede pensar en nada más que en trabajar para pagar sus facturas.

Porque llegará un momento en el que no nos diferenciaremos en nada de las dictaduras, sólo que con la falsa ilusión de libertad.

Y la palabra democracia, tan devaluada en estos tiempos, perderá su significado de una vez por todas.



Ya no me acuerdo de cuando escribí esto.

Quizás después de ver uno de esos debates sin sentido de la televisión, en la que apenas se entienden las falsas verdades y las medias mentiras porque no se dejan hablar.

Sé que llevo mucho sin actualizar, pero que conste que no es por falta de ganas.

Espero que esto, guste o no guste, haga reflexionas de qué les estamos permitiendo a los políticos que hagan con nuestras vidas.

¿Por qué en política parece que cualquier tiempo pasado fue mejor?

Quién sabe, yo no estaba ahí para vivirlo.

Pero esto es lo que opino, después de todo.