Oigo los pedacitos de mi corazón amontonarse sobre la
mesa.
Uno a uno.
Pieza a pieza.
Oigo como se desquebrajan y se convierten en arena.
Y la arena en polvo.
Y el polvo en nada.
Y desaparece con él mi esperanza.
Oigo los crujidos de mis entrañas abriéndose como el mar.
Poco a poco.
Minuto a
minuto.
Oigo como se desborda mi alma por sus recovecos y se
pierde en la nada.
Y la nada se consume.
Y la vela se prende.
Y mi luz se apaga.
Oigo los huesos rompiéndose bajo el peso de los años.
Trozo a trozo.
Segundo a segundo.
Oigo como se hace trizas la estructura de mi alegría.
Y se convierte en tristeza.
Y la tristeza se enquista.
Y se evaporan las lágrimas.
Oigo mis proyectos fallidos precipitar sobre mis hombros.
Hoja a hoja.
Palabra a palabra.
Oigo mi ilusión astillarse de tantos golpes contra el
suelo.
Y se ablanda la alcoba.
Y se moja de sangre la tela.
Y se nubla de gris la inocencia.
Baila, baila en la ciudad sin ley.
Baila entre los escombros de la moral.
Baila.
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