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viernes, 16 de noviembre de 2012

El valor de mi "amistad"

De mí jamás obtendrás dinero. 
No conseguirás triunfo ni poder. 
No tengo amigos ni contactos privilegiados.
No sacarás más partido que el elemental.
De mí no tendrás adoración ni pleitesía. 
No doblaré mis rodillas ante tus deseos egoístas.
Pero aún así, de mí podrás obtener muchas otras cosas.
Si no me presionas, me tendrás junto a ti, rápida como una racha de viento, cuando me necesites.
Obtendrás una palabra amable en tu momento de debilidad, una palabra dura que corrija tu estupidez, una sonrisa cuando no necesites palabras.
Aparecerán de mi parte pequeños detalles que te alegren el día. Quizás un caramelo de menta. Una golosina. Una caricatura. Un mal poema.
Yo te daré cosas que no te dará nadie. 
Tocaré las fibras más internas de tu ser para arrancar los quistes que asfixian tu existencia.
Seré más que un aburrido hombro en el que llorar. 
Pero cuidado.
No te acostumbres.
Porque soy una persona humana, como tú, y algunos momentos necesitaré que hagas eso, o algo a tu manera, por mí.
Tendrás que comprender que algunas veces haré cosas que no te gusten. 
Deberás asumir que no soy de tu propiedad.
Otras veces no me comprenderás y me juzgarás injustamente. Puede que incluso me abandones.
No te guardaré rencor ni te odiaré por ello, aunque puede que exija un porqué.
Y podrás repetir tu incomprensión en un determinado grado, porque pasada cierta línea, el respeto y el cariño ya no soportan más dolor.
El día que eso ocurra, no podré estar a tu lado. No podré mirarte a la cara y no recordarlo todo. No podré omitir nunca más.
Ya no habrá palabras dulces en momentos de necesidad, porque ya no serán MIS momentos de necesidad.
No habrá palabras duras cuando te equivoques, porque los tuyos ya no serán MIS errores.
No habrá detalles. No haré mejor tu día. No sonreiré para ti. 
Pero no importa.
No importa porque para ti, todo esto que te di, 
ya no significará nada y caerá en el olvido 
junto muchas otras cosas de tu vida.
Tardaré, pero olvidaré. 
No me quedaré con lo bueno ni te torturaré por lo malo.
Simplemente caerás en el montón del olvido, 
junto a otras muchas cosas de mi vida.
Puede que incluso te componga un poema, pero nada más.
Así que buen viaje. 
Te deseo mucha suerte. 
Ojalá encuentres no una, 
sino muchas más personas que te den 
lo que te daba yo.
Y este deseo será el último regalo 
en el que ponga para ti toda mi pasión.


Ave, vuestra inquieta escritora os saluda.

Y os ofrece una explicación.
Verás, las comillas en el título tienen su significado. Para mí la amistad, como ese gran concepto de hermandad sin lazos de sangre y todas esas chorradas es un caso muy especial de locura compartida.
Muy, MUY especial y concreto.
Por eso mismo, va entrecomillado.
Porque no creo que, de todas mis relaciones con gente de este planeta y del siguiente, haya habido esa unión tan estrecha y enlazante.
Quizás sí, pero tengo claro que no en una cantidad especialmente abundante.
Tengo mis candidatos, pero prefiero mantenerlos en secreto, por si no es compartido.
Nunca se sabe.
El caso es que yo, en mi tendencia de decir cosas hirientes en los peores momentos, me acabo buscando problemas por decir que, para mí, la amistad es un artificio, es decir, que no existe.
No te lo tomes a mal, no actúo en consecuencia a esas palabras, pero aún así, eso no parece importar demasiado. (Me remito a mi entrada "Sincera sí, ¿pero a qué precio?")
Esto es una despedida elegante.
También tengo una carta, que ya subiré, ya, en algún otro momento de mi existencia, que también es una despedida a mi último fracaso.
No se lo leerá nadie, pero ahí lo dejo.
Nunca se sabe quién te puede estar observando...

jueves, 8 de noviembre de 2012

La princesa samurai o cómo perder mi tiempo en estupideces que nadie se va a leer



Había una vez...

una princesa samurai encerrada dentro de un cuento infinito, sin final ni principio, sin estilo ni argumento, solo un personaje en un folio en blanco, que por no tener, ni tan siquiera tenía rostro.

Tenía el pelo blanco como la nieve, la piel blanca como las paredes de su encierro, y una katana de hoja blanca y mango negro en la mano como única compañera de encierro.

Ansiaba volar , conocer mundos nuevos, encontrarse con otros como ella, viajar.

Pero no podía escapar de su creadora, ni cambiar el folio en blanco por un prado a todo color, así que permanecía, sin rostro, en el tiempo infinito, con su espada en alto, aguardando.
Un día... llovieron sobre ella gotitas de colores en forma de bolas.

Eran caramelos de todos los sabores, desde fresa hasta regaliz, caramelos que su creadora había dejado olvidados en el papel.

Eran tan bonitos y esféricos...

La princesa samurai deseó poder saborearlos, poder tocarlos, poder hacerlos rodar por ese prado que tanto ansiaba encontrar.




Los caramelos... rodaron y rodaron gracias a un soplo de aire de su frustrada creadora y cayeron sobre su cuerpo blanco nieve, blanco folio y blanco pared.

Las rojas de fresa, las más sabrosas, fueron sus ojos y su pelo.

Las azules, las más hermosas, cayeron sobre sus hombros como brillantes zafiros aguamarina.

El resto se repartieron por sus ropas, como lunares saltarines iniciando una danza espectral.





De pronto... un aleteo de hogares sin personajes se llevó las cuentas de colorey dejó caer un objeto junto a ella con un breve crujido.

La princesa samurai... lo observó casi con miedo, buscando reconocerlo en las viejas historias que su creadora narraba en voz alta de vez en cuando.
Tras mucho pensar, lo descubrió.


¡Era una guitarra!

Esa cosa que servía para hacer... ¿Cómo se llamaba?

¿Música?

La guitarra era tan roja...

¡Y brillaba!

La princesa quiso cambiarla por su afilada espada, pero sus manos no alcanzaban a ella.

Por más que se estirara, no podía sacarlas de su rígida postura.

Lo intentó mucho, mucho tiempo, pero su agitada creadora no tenía tiempo para dar, y lanzó sobre ella un montón de papeles y objetos variados y chirriantes.

Una segunda guitarra cayó, azul como el cielo, también sus cuentas y sus gráficas del colegio, los lápices y las gomas, casi el ordenador.


La princesa... se dio por vencida.

Nunca podría salir de su folio.

De su papel en blanco.

No conseguiría un prado verde, ni una guitarra en vez de un cuchillo afilado.

Y así termina esta historia.

La princesa samurai, sin rostro ni esperanza, cerró los ojos y durmió mientras su creadora tocaba con guitarras de juguete la melodía de una historia sin contar.

FIN

O no, nunca se sabe. De los sueños se despierta, de los cuentos se reniega y de la esperanza uno no se libra hasta que muere.

martes, 6 de noviembre de 2012

Motivos para llorar

Esta noche, más que muchas otras, tengo motivos para llorar.
Y no por mí.
Tampoco por una de esas cuidadas historias que nos venden, ni por las que difícilmente puedo crear.
Lloro por alguien real.
Lloro por una de las pocas personas que sé que me comprenden.
Por una de las pocas personas que me dice cosas duras y sinceras que me duelen pero me hacen prosperar y ver mis propios rincones oscuros.
Esa persona está pasando por un momento que no le deseo a nadie.
Esa persona tiene verdaderos motivos para llorar.
Mucho más pesados que las cruces huecas que me cargaba yo a mi espalda, más pesados que los defectos que he exagerado, que las rabietas existenciales que he tenido.
Yo me odiaba porque no tenía nada mejor que hacer, sin motivos...
Pero esa persona...
Esa persona se levanta cada día de su vida, sola, rodeada de gente que la hace sufrir, para seguir hacia delante.
Es la persona más fuerte que he visto jamás.
Sonríe, sonríe y parece un ángel, parece absolutamente feliz, jamás dirías el infierno que está pasando, y me miro a mí, patética cuando tengo una vida mucho más tranquila y protegida que ella.
No puedo soportar esta injusticia.
¿Cómo se puede tener tanta mala suerte?
¿Cómo puede haber gente colmada de regalos teniendo el corazón cubierto de mugre?
¿Esta vida es para los justos? ¿Para los listos? ¿O para los mentirosos?
Porque no puedo comprender cómo es posible que cuanto mejor persona eres, peor te va todo.
¿Acaso compensa?
¿COMPENSA ir por la senda correcta?
Además, es de las pocas personas que de verdad me valora y me respeta.
"Gracias por existir". Esa ha sido su despedida.
¿Cómo puedo yo dormir tranquila esta noche, sintiendo miedo por ella, porque haga lo que yo jamás tuve valor para hacer?
¡Soy YO la que debería dar gracias por su existencia!
Dice que quiere escribir. Que si creo que de verdad le ayudaría.
Y esto es lo que he podido responder:


"Escribir es algo que me ha ayudado a poder vivir conmigo misma.
Es, muchas veces, el único motivo por el que me respeto.
No tengo motivos por los que no ser feliz, no me merezco estar triste, por eso me duele, me duele tanto que tú sí los tengas y sigas ahí, despertándote todos los días de tu vida.
Eres una persona muy fuerte, que nadie te diga lo contrario.
Nadie tiene el poder de solucionar todos los problemas, menos aún con nuestra edad, así que no pienses, si es que lo piensas, que no estás haciendo suficiente.
Solo el hecho de que sonrías para hacer felices a los que amas vale más que cualquier otra cosa.
Vales más que esas víboras con las que vives, esquivando picaduras venenosas.
Eres admirable, preciosa, la cosa más hermosa que he visto jamás.
Eres más dura que el diamante, e igual de frágil, pero incombustible.
Me siento estúpida siendo precisamente yo la que te diga esto, pero es lo que pienso.
Nada, ni el mundo ni el dolor, van a tumbarte.
Caerás, cientos de veces, pero te levantarás, yo misma te levantaré si hace falta, aunque me tenga que arrancar la piel a tiras.
Te mereces que todo el mundo te trate con dulzura, te mereces que la vida haga que lluevan sobre ti flores y buena suerte.
Pero la vida no es justa, así que vamos a pelear para darle la vuelta a la puta tortilla, para ser felices, juntas o por separado, como tú quieras.
No te pido que sonrías cada día. Me vale con que salgas de la cama y puedas afrontar tu realidad.
Te quiero."


¿Acaso servirá de algo? ¿Sirven de algo mis palabras?

¡NO!

Porque no llegan a nadie, porque no harán su vida mejor, porque no tienen ningún valor.
Mis palabras no pueden hacer que el mundo entienda que está cometiendo una injusticia y debe cambiar.
¡El mundo jamás querrá escucharme!
Quiero que encuentres tu puerta, tu llave a la felicidad.
Quiero que seas feliz.
Quiero que encuentres en la escritura, o en cualquier parte, un refugio.
Quiero estar ahí, saber qué puedo hacer para ayudarte.
¡¿Cómo van a molestarme tus problemas?!
¡He llorado en tus brazos, has acariciado mi cabeza y me has dicho que todo irá bien!
Que mi nueva vida será maravillosa, que encontraré a gente que me aprecie de verdad.

¿Y tú qué?
¿Quién va a decirte que todo irá bien?
¿Quién acariciará tu cabeza?

Si tan solo eso aliviara un poco parte de la carga que soportas... 
Si tan solo eso te hiciera sentir a salvo por un segundo...

¡Es todo tan terriblemente INJUSTO!

Cada día te levantas y hay algo nuevo torcido y destrozado.
¿Cómo puedes vivir con ese miedo a que todo se haga trizas una vez más?
¿Tienes un segundo de paz?
Oírte decir que necesitas morir es lo más descorazonador que he oído jamás.
¿Tú?

¿TÚ?

Ojalá pudiera ir hasta tu casa, hasta la misma puerta de tu habitación, hasta los mismos pies de tu cama, para cantarte una nana y que puedas dormir en paz.
Te la cantaría hasta que me quedara sin voz, hasta que no pudiera respirar de las lágrimas.
Tú no puedes morir, tú no puedes caer tan bajo. 
¡TÚ NO!
Porque si tú caes, ¿en qué podré creer?
Si la vida te tumba, ¿qué quedará puro que admirar?
Así que maldita vida, maldita suerte, escoge otro objetivo con el que cebarte. 
Y déjala en paz.
Porque si desaparece, nunca te lo perdonaré.
Nunca más me levantaré por la mañana pensando que eres bella.
Nunca más pensaré que eres justa.

Nunca más seré la misma persona.