Páginas

jueves, 27 de junio de 2013

Esperanzas, ¿para qué os quiero? II

¿A quién puedo pedir ayuda?
¿Alguien lo sabe?
¿Por qué no puedo dejar de mirar atrás?

No tengo motivos.
No tengo derecho.
No quiero llorar más.
No quiero ser yo más.


¿Por qué os decepciono?
Quiero dejar de hacerlo.

Arráncame la cabeza y cuélgala de una pica.
Solo así se me cortan las lágrimas.
Solo así.
¿Qué está roto?
¿Cómo lo arreglo?
¿Por qué te lo tomas así? ¿Por qué va todo tan mal? ¿POR QUÉ NO PUEDO TENER LA MALDITA BOCA CALLADA?
Córtame las manos.
Cóseme la boca.
No me dejes decir nada.
No me dejéis decir nada, por favor.
No me dejéis destrozar mi vida.

Muérete. Muérete de una vez, esperanza.

Esperanzas, ¿para qué os quiero?

¿Por qué sigo esperando que alguien oiga mi voz?

¿Por qué sigo esperando algo de vosotros?

¿Por qué?

A nadie le importan los problemas de nadie, no más que ellos mismos, ni siquiera quienes te aman.

El interés se acaba, la atención se muere, ¿por qué espero que sea inmutable un trozo de plastilina, confundiéndolo con un diamante?

Os cambio mi corazón de hielo por una carcasa de acero para ocultar mis emociones. ¿Os hace?

Porque yo, sinceramente, estoy harta de que trafiquen con él.

sábado, 22 de junio de 2013

Golpes de humildad

Sinceramente, vida, ya no te entiendo.
Creo que son demasiados los golpes de humildad que me estás dando.
Me vas sirviendo triunfos en bandeja, para que me acostumbre, para que paladee mi modesto éxito, y entonces, como venida de la nada, tu espada justiciera cercena mi trofeo hasta convertirlo en un montón de piezas rotas.

Puedo aceptar que sobreestimé mi inteligencia.

Sí, puedo aceptarlo.
Es más, es tremendamente cierto, y muy necesario.
Ya es hora de que aprenda que una mente rápida no lo es todo, y menos cuando tratas de codearte con los avanzados.
Bien, aprendo lento, pero asimilaré la idea y trabajaré, espero.

Puedo aceptar que él no tiene por qué hacerme feliz.

Sí, debo aceptarlo.
No debo culparle por haber empezado fuerte un primer amor, por haberlo todo durante un tiempo y después empezar a decaer por múltiples motivos ajenos a su control, contra los que además no debe luchar.
Bueno, duele cada vez que me golpea una nueva pérdida, pero todas son para hacerme crecer como persona, así que debo mantener la cabeza alta y aplacar mis niñerías.

Puedo aceptar que los demás no están para complacerme.

Sé que al principio todos estuvieron más atentos a mí, y que empecé a hacer amigos rápido, pero no puedo esperar que los demás vean lo que quiero o me correspondan por lo que hago. Tengo que moverme y buscar mi propio plan si quiero que alguien me siga en mi camino.

Puedo aceptar que algunos vean traición en lo que hago.

Los mensajes no siempre llegan, muchas veces cosas pasan que cambian la mira de otra persona y te transforman en lo que no eras, que retuercen tu imagen hasta hacerla monstruosa.

Puedo aceptar que un cierto periodo de sequía literaria.

Todos tenemos malas rachas, eso es cierto, y quizás ahora no es el momento indicado para escribir. Quizás debo esperar un poco, o dedicarme a otras cosas mientras voy allanando el camino.

Puedo aceptar no tener éxito y no publiquen mis libros.

El éxito es un producto de muchas cosas que tú NO estás haciendo.
Ninguna de ellas. "Nothing gets you nothing, everything has a prize". No puedes esperar algo de la nada.

Puedo aceptar que las manualidades no terminan de ser lo mío. 

No tengo porque convertirme en una profesional, ni rogar unos halagos que no tienen por qué llegar. Sí, puedo admitirlo, no soy lo suficientemente buena, no todos servimos para lo mismo.

Puedo aceptar la ronquera.

No tengo voz porque no canto, y pierdo el interés porque no me sale la voz, y así en un círculo vicioso, pero seguro que lo voy a romper. Estoy segura de que todo irá bien.

Puedo aceptar que no tengo derecho a llorar.

Ni a quejarme, porque tengo una vida maravillosa, y mis padres se están esforzando mucho para que pueda estudiar, a pesar de que no se lo agradezco como debería.

Puedo aceptar que no tengo derecho a rendirme. 

No puedo tirar la toalla, porque solo es producto de mis autolamentaciones.
Debo dejar eso atrás.
No tengo motivos, ni razones, y molesto a los que me quieren con ese comportamiento infantil y miserable.

Puedo aceptar que tengo que independizarme.

Los demás no tienen por qué ayudarme, acompañarme a los sitios o animarme cuando me siento triste.

Puedo aceptar que sobrevaloro lo que les ocurre a los demás e infravaloro lo que me ocurre a mí.

Mirar las cosas buenas que les pasan a los demás y decir que conmigo no es así es una visión distorsionada de la realidad, producto de mi presencia parcial en sus vidas.

Ya está.
Hay que tragar, aguantar lo que venga.

No, no te refugies en la pena. No digas gilipolleces que no vas a cumplir.

Lo mejor es que no se lo diga a nadie y deje de ser yo misma y esconda la verdad.

No, porque no puedes, porque no sabes ni quieres. ¿Quieres llamar la atención? Así no lo vas a conseguir. No debes querer conseguirlo.

Voy a fingir.

No sabes.

Voy a mentir con mi sonrisa.

No puedes.

Voy a ocultar mi enfado.

No quieres.

Vuelves a pensar estupideces.

Soy egoísta.

Sí, pero no lo uses como excusa para lamentarte.
Todo el mundo es egoísta, nadie te ha pedido ser santa Teresa.
No, no tienes derecho a enfadarte con él ni a culparle de tu tristeza.

No le conozco.

Ya lo sabes, tú misma lo dices, ¿por qué lloriqueas?

Quiero llorar.

No, no tienes permitido llorar.
Aguanta el nudo en la garganta y ni se te ocurra pagarlo con él.
Él sí que tiene razones por las que lamentarse.
Ya está.
Vacía tu mente.
Haz algo útil o vete a dormir.
O pierde el tiempo decentemente.
Pero nada de lamentarse.
Tú no tienes derecho.
No hasta que sientas verdadero dolor, hasta que tu vida sea un verdadero infierno terrenal y tengas un buen motivo para llorar.