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martes, 26 de octubre de 2010

La curiosidad mató al gato IV [Opción B]

Echar a correr, ese era mi lema.
El pasillo se extendía en las dos direcciones y aunque me había perdido, mi sexto sentido me decía que debía correr hacia delante.
Los pasos se oían cada vez más cerca y no quise ni pensar qué ocurriría si me encontraban.
Aún tenía esos cuchillos ensangrentados en la cabeza.
Quizás mis vecinos se dedicaran a triturar a las visitas inesperadas.
De pronto se oyó una voz a mi espalda.
-¡Hay una chica! ¡Tras ella!
-¡Uaaaa! -Grité, corriendo aún más deprisa.
Me iban a pillar, seguro.
Un segundo después de pensar eso, encontré unas escaleras hacia arriba.
Las subí de dos en dos, segura de que iba a salir de allí como si nada.
Pronto todo sería una más de mis anécdotas.
Vi la puerta frente a mí y aceleré... sólo para chocar contra un muro de carne y hueso: el padre.
-Vaya, vaya. -Musitó mientras yo iba reculando. -Se nos ha colado una ratita.
-P-p-p...
-Chicos, cogedla.
Dos gorilas me pillaron por los brazos y me arrastraron hasta un cuarto en el que sólo había una silla (en la que me ataron) y un palo.
No quise saber para qué podían utilizar el palo.
-Bueno, bueno, ratita. ¿Cómo te llamas? -Preguntó el hombre con cara de mafioso (y toda la pinta de serlo).
-S-Shira...
-¿Y cuántos años tienes?
-Di... Dieciseis.
-¿Qué haces en mi casa?
Cada vez estaba más enfadado.
Apreté los labios, esperando que al menos no me torturasen.
Pero justo entonces entró por la puerta mi salvador, rubio y de hermosos ojos color aguamarina (sí, el príncipe de todas las fantasías).
Le dirigí una mirada cargada de significado que venía a decir "¡ayúdame!" a voz en grito.
El chico se quedó mirando la escena y dijo...

¿Qué dijo?
¿Fue cuán caballero deslumbrante e intercedió por mí para salvarme?
¿O me dejó tirada como a un perrito abandonado?

Recordatorio: Opción A: el chaval es buena gente y me saca del apuro
Opción B: como ni le va ni le viene, me deja allí, a mi suerte.

¡Hasta la semana que viene!

martes, 19 de octubre de 2010

La curiosidad mató al gato III [Opción B]

Nah. Entrar por la puerta era poco emocionante y no iba con mi carácter.
Así que di un rodeo y entré por el sótano.
Era un sitio enorme y vacío; aún no habían metido nada dentro.
Aunque normal, con lo grande que era la casa, no creía que necesitaran usar ese espacio.
Avancé entre telarañas y sustancias en las que preferí no pensar hasta encontrar unas escaleras frente a mí.
Subí con todo el cuidado del mundo, porque mi experiencia hallanando me decía que un sólo crujido podría delatar mi presencia si los dueños de la casa eran lo suficientemente supersticiosos.
Pero las escaleras no crujieron y no se oyó movimiento sobre mi cabeza.
Al abrir la puerta, me encontré con un corredor oscuro, que parecía eterno.
Busqué por los alrededores una antorcha o algo, pero por suerte encontré el interruptor.
Había un montón de puerta a un lado y a otro del pasillo, por lo que no sabía cual escoger.
Así que entré por la primera.
Era un cuartito pequeño lleno de cajas que no me aportó demasiada información.
En la segunda puerta había un montón de trajes, pelucas y disfraces.
Parecía que a esa familia le gustaban los carnavales.
En la tercera y cuarta no había nada, pero cuando llegué a la quinta...
Dos grandes máquinas y un montón de mesas llenaban el espacio, y sobre las mesas... un polvo blanco de aspecto extraño que me hizo sospechar.
Cogí un poco entre los dedos y me lo llevé a la boca para probarlo.
Y no era azúcar, ni harina, ni nada conocido.
No tenía que haberme girado para ver aquel montón de cuchillos ensangrentados.
Mi cabeza ató cabos a toda velocidad, y éste fue mi razonamiento:
Mercedes Clase A + padre extraño + maquinas raras en el sotano + disfraces + cuchillos ensangrentados = ¡MAFIOSOS!
No sabía en dónde me había metido.
Y no tenía que haberlo sabido, porque me puse nerviosa y choqué accidentalmente con un montón de mesas, derribándolo.
"Oh, oh. Ahora sí que la he liado."
Se oyó ruido de pasos en el piso de arriba, por lo que no tardarían en llegar a dónde estaba yo.
Eché a correr pitando de allí, pero no me di cuenta en qué dirección, y fui aún más dentro de la casa en vez de ir al sótano.
Pero se oyeron pasos a mi espalda y al frente, así que contemplé mis opciones.
¿Entro en otra habitación y espero a que pase el jaleo o intento llegar a la salida corriendo?
¿Qué hago?

Recordatorio: Opción A: me meto en cualquier habitación a ver si suena la flauta
Opción B: Salgo corriendo a ver dónde acabo...


¿Ahora qué hago?

jueves, 14 de octubre de 2010

La curiosidad mató al gato II

Al final pensé que mejor no. No podría poner ninguna buena excusa si los vecinos me pillaban con semejante cosa encima.

-Lo siento, Tiki, pero mejor voy desarmada.

Tiki bajó la cabeza, disgustado.

-Bueno, ese es tu problema. Pero si te ocurre algo, llámame inmediatamente. Yo te protegeré.

Intentaba parecerse a los mafiosos buenos de sus películas, sin mucho éxito. Sus ojos brillaban demasiado por el ansia de aventuras.

-Bueno… sí… si me ocurre algo te llamo.

-¡Estaré esperando!

Cogí mi mochila con mi equipo de espionaje y corrí escaleras abajo hacia la puerta.

-¿A dónde vas? –Preguntaron unas siniestras vocecitas a mi espalda.

-De paseo. –Respondí, girándome con una enorme sonrisa a los mellizos, Tami y Nami.

-Ya. –Susurraron, atravesándome con su albina mirada. –Paséate bien, hermana.

Salí de allí a toda mecha, ocultando un escalofrío en mi espalda. ¿Quién le había dado a mis hermanos esos vestidos victorianos y esas muñequitas de tela? No tuve que correr demasiado para llegar a mi destino. En la enorme casa de mis vecinos había, como nueva novedad, un Mercedes clase A aparcado en la puerta. Lo miré fijamente, de un lado a otro, entrecerrando los ojos de lo reluciente que estaba. Cada vez sospechaba más. A los mafiosos le gustan los Mercedes clase A. Pasé un poco de largo, por miedo a rayarlo y ganarme un problema, y le di un rodeo a la casa. Había dos puertas, una principal y otra trasera. Ventanas de guillotina perfectamente cerradas y con las persianas bajadas. Y mi otra oportunidad de acceso: el sótano, que parecía no estar cerrado. Después de una segunda inspección de seguridad, me paré frente a la puerta principal, pensando. Empujé por pura curiosidad la puerta y se abrió. Me quedé congelada en el sitio, sin atreverme a mirar por si alguien me había visto. ¿Qué debería hacer? ¿Entrar por la puerta y luego dar cualquier excusa dentro, o entrar por el sótano e investigar a mis anchas hasta que me encontrasen?

¿Tú qué crees?

Recordando: Opción A: entrar por la puerta abierta sin más.

Opción B: entrar discretamente por el sótano.

¡Hasta la próxima semana!

miércoles, 13 de octubre de 2010

Nota explicativa


Buenas.

Ya estamos en una nueva semana.

Entonces, os preguntaréis (si es que lo hacéis): ¿por qué no sigue la curiosidad?
Pues... porque se me olvidó.

[Abucheos de fondo, le tiran tomates]

¡Vale, vale! ¡Es que era puente! Pero prometo continuarlo mañana... o pasado... [es broma, es broma]
Como información dejo que la opción ganadora es la B.
¿Por qué, si en la encuesta están empate? Porque en tuenti, que también estaba, había otro voto a favor de B [lo siento por todos los que queríamos carnaza, pero hay más gente normal]

Hasta pronto! [lo mismo leeis primero la curiosidad II antes que esto jajaj]

lunes, 4 de octubre de 2010

La curiosidad mató al gato I

Todos dicen que la curiosidad mató al gato.

Porque supongo que la buena suerte tiene un límite.

Me llamo Shira [♀] y soy una chica curiosa con una familia muy numerosa.

Mis tres hermanos mayores son Tiki [♂] (es un mote, por supuesto, nadie en su sano juicio le pondría ese nombre a alguien) (26 años), Marion [♀] (23) y Paoleo [♂] (19).

Luego están los mellizos, Nami [♂] y Tami [♀] (10 años).

Mis padres están siempre de viaje (madre modelo y padre fotógrafo), por lo que siempre estamos solos.

Mi favorito es Tiki, el más mayor.

Le encantan las películas de la mafia y esas cosas.

Está tan loco por eso que tiene katanas y todo tipo de armas en la habitación (aunque con licencia, así que puede usarlas).

De todos mis hermanos, es al que más me parezco.

Ambos tenemos el pelo negro, ni largo ni corto, pero muy desordenado.

A los dos nos sale un hoyuelo al sonreír y tenemos un colmillo partido.

Aunque yo soy muy pequeña y él muy grande.

Marion está estudiando para ser fabricante de cosméticos, por lo que no casamos mucho.

Desistió de arreglarme cuando cumplí mis dieciséis y vi con mejores ojos la colección de videos y libros de yakuza (mafia japonesa) que me compraron entre Paoleo y Tiki que la completísima caja de maquillaje que ella me dio.

Paoleo, en cambio, quiere ser policía. Se la pasa haciendo ejercicio en su habitación.

La verdad es que sería un hermano en el que se podría confiar si no fuera tan mujeriego.

Nami y Tami son un poco extraños. Siempre visten igual, y hablan a la vez.

Tienen unos conejitos de peluche a juego muy siniestros, y son tan rubios que parecen albinos.

A mí, lo que de verdad me gusta, es escribir novelas de misterio.

Por eso suelo informarme de todo lo extraño que ocurre en esta ciudad, para sacar inspiración para mis libros.

Hace tres semanas llegó a mi vecindario una extraña familia.

Sólo pudimos ver al padre, que se parecía demasiado a los mafiosos de las películas de mi hermano, y después de la llegada, no se movió nada dentro de la casa.

Era enorme, con la fachada de madera. Tenía tres plantas y un sótano.

Pero parecía demasiado grande para esa familia.

Como soy una persona muy curiosa, me puse ropa oscura para confundirme con la maleza y me propuse ir a investigar.

Pero Tiki me pilló.

-¿A dónde vas, preciosa?

-Tiki, ¡solo un vistacillo! Llamaré a la puerta y si no me abren volveré a casa.

Aseguré, con la cabeza gacha, poniendo los ojos de corderito degollado que tan bien me salían.

-¿Lo prometes? –Me obligó con la mirada, serio. Si es que se podía estar serio con un sombrero de cowboy en la cabeza.

-Lo promeeeto. –Cedí, poniendo los ojos en blanco como todo esto no hiciera falta.

Pero tenía los dedos cruzados a la espalda, así que la promesa no era válida.

-Bueno, pero coge una katana del armario. ¡Sólo por si acaso!

Titubeé un poco.

¿Debía llevar una cosa tan peligrosa conmigo encima o no?

Al final…

¿Al final qué?

Si crees que debería ir armada y coger la katana, selecciona la opción A de la encuesta.

Si por otra parte, crees que es peligroso que una niña como yo lleve semejante cosa encima, marca la opción B.

¡Hasta la próxima semana!