Páginas

lunes, 4 de octubre de 2010

La curiosidad mató al gato I

Todos dicen que la curiosidad mató al gato.

Porque supongo que la buena suerte tiene un límite.

Me llamo Shira [♀] y soy una chica curiosa con una familia muy numerosa.

Mis tres hermanos mayores son Tiki [♂] (es un mote, por supuesto, nadie en su sano juicio le pondría ese nombre a alguien) (26 años), Marion [♀] (23) y Paoleo [♂] (19).

Luego están los mellizos, Nami [♂] y Tami [♀] (10 años).

Mis padres están siempre de viaje (madre modelo y padre fotógrafo), por lo que siempre estamos solos.

Mi favorito es Tiki, el más mayor.

Le encantan las películas de la mafia y esas cosas.

Está tan loco por eso que tiene katanas y todo tipo de armas en la habitación (aunque con licencia, así que puede usarlas).

De todos mis hermanos, es al que más me parezco.

Ambos tenemos el pelo negro, ni largo ni corto, pero muy desordenado.

A los dos nos sale un hoyuelo al sonreír y tenemos un colmillo partido.

Aunque yo soy muy pequeña y él muy grande.

Marion está estudiando para ser fabricante de cosméticos, por lo que no casamos mucho.

Desistió de arreglarme cuando cumplí mis dieciséis y vi con mejores ojos la colección de videos y libros de yakuza (mafia japonesa) que me compraron entre Paoleo y Tiki que la completísima caja de maquillaje que ella me dio.

Paoleo, en cambio, quiere ser policía. Se la pasa haciendo ejercicio en su habitación.

La verdad es que sería un hermano en el que se podría confiar si no fuera tan mujeriego.

Nami y Tami son un poco extraños. Siempre visten igual, y hablan a la vez.

Tienen unos conejitos de peluche a juego muy siniestros, y son tan rubios que parecen albinos.

A mí, lo que de verdad me gusta, es escribir novelas de misterio.

Por eso suelo informarme de todo lo extraño que ocurre en esta ciudad, para sacar inspiración para mis libros.

Hace tres semanas llegó a mi vecindario una extraña familia.

Sólo pudimos ver al padre, que se parecía demasiado a los mafiosos de las películas de mi hermano, y después de la llegada, no se movió nada dentro de la casa.

Era enorme, con la fachada de madera. Tenía tres plantas y un sótano.

Pero parecía demasiado grande para esa familia.

Como soy una persona muy curiosa, me puse ropa oscura para confundirme con la maleza y me propuse ir a investigar.

Pero Tiki me pilló.

-¿A dónde vas, preciosa?

-Tiki, ¡solo un vistacillo! Llamaré a la puerta y si no me abren volveré a casa.

Aseguré, con la cabeza gacha, poniendo los ojos de corderito degollado que tan bien me salían.

-¿Lo prometes? –Me obligó con la mirada, serio. Si es que se podía estar serio con un sombrero de cowboy en la cabeza.

-Lo promeeeto. –Cedí, poniendo los ojos en blanco como todo esto no hiciera falta.

Pero tenía los dedos cruzados a la espalda, así que la promesa no era válida.

-Bueno, pero coge una katana del armario. ¡Sólo por si acaso!

Titubeé un poco.

¿Debía llevar una cosa tan peligrosa conmigo encima o no?

Al final…

¿Al final qué?

Si crees que debería ir armada y coger la katana, selecciona la opción A de la encuesta.

Si por otra parte, crees que es peligroso que una niña como yo lleve semejante cosa encima, marca la opción B.

¡Hasta la próxima semana!

1 comentario:

¡No matemos a los árboles!