Páginas

miércoles, 17 de noviembre de 2010

La curiosidad mató al gato VI (Opción B) ¡Final!

Miré al vecino.
Luego a mi hermano.
Y finalmente al vecino.
-¡¿Qué has hecho?!
-¡Oh, la vecina! -Exclamó como si no hubiera un cadaver entre nosotros. -¿Ese era tu hermano, ratita? Te acompaño en el sentimiento.
La sonrisa macabra de mi vecino me dejó parada en el sitio, congelada.
Mi hermano no se movía.
-¿Tiki?
-Tranquila, ratita. Se estará echando la siesta.
-¿La siesta? ¡¿Cómo se va a estar echando la siesta?! -Grité, histérica.
Como soy una chica a la que no le gusta dejarse llevar por las situaciones sin obtener pruebas, me agaché y sacudí a mi hermano con todas mis fuerzas.
No reaccionaba, por lo que opté por técnicas... más agresivas.
-¡Tiki, despierta! -Grité mientras le daba una patada.
-Au.
Se hizo un silencio ensordecedor después de ese sonido.
-¿Tiki?
Sin respuesta.
Otra patada.
-¡Au!
-¡Levanta el culo ahora! -Exclamé, pateandole otra vez por si no había quedado clara la indirecta.
-¡No hace falta que seas tan drástica! -Se quejó, rascándose el trasero dolorido por mis patadas.
-¿Se puede saber qué estabas haciendo tirado en el suelo frente al vecino?
-... Pensé que te haría gracia.
La siguiente patada no fue para comprobar si estaba despierto de verdad.
-¡Au, Shira! No es para que te pongas de esa manera.
-¡Cállate! ¿No sabes lo preocupada que estaba?
Ahí ya empecé a perder el control y a darle puñetazos con toda mi fuerza.
Casi me da un perrequenque y me quedo en el suelo tirada del susto que me había llevado.
A todo esto, por ahí andaba mi vecino, riéndose con la escena.
Pero yo no me había olvidado de él, claro está.
-Estabais compinchados, ¿verdad? -Le increpé, dándole a mi hermano otra colleja a la disimulada.
-No, qué va. Pensaba que era una función cómica de bienvenida.
-Entonces... ¿de dónde viene ese punto rojo en su cabeza? -Pregunté, preocupada.
De pronto, alguien se abrió paso por la puerta y salió corriendo a toda prisa, haciendo que casi me cayera.
Era mi angelical y rubio no-salvador, con un rifle, metralleta o lo que fuera en la mano, disparando hacia algo que no podía ver desde donde estaba.
Cuando paró de disparar, se hizo un silencio ensordecedor.
-Oh, buenas. -Saludó, con el cañon de la pistola apuntando a mi cabeza. -No habréis visto una paloma blanca volar por aquí cerca, ¿verdad?
Los tres negamos al unísono, sin saber de qué nos hablaba.
-Es que estoy pintándola. El blanco es un mal color para la primavera.
-Ah. ¿Y te dedicas a pintarla a balazos? -Pregunté, reparando en la metralleta.
-Sí, es más divertido. Por cierto, me llamo Jordan. -Cuando vio la frente de mi hermano, añadió. -Ah, y lo siento por haberte manchado la cara.
Y tal y como había aparecido, desapareció, quién sabe si en pos de su paloma blanca.
-Perdonad a mi hijo. Es un angelito muy impulsivo. Se parece mucho a su madre. ¿Un té con pastitas?
Taladré a mi vecino con la mirada y dejé a mi ansioso hermano (al que casi podía ver cola y orejas agitándose de la emoción) en aquella casa de pirados.
Definitivamente, nunca encontrarás a unos vecinos tan originales como los míos.

FIN

Y la encuesta de esta semana es bieeen distinta, porque ya hemos terminado "La curiosidad".
La pregunta es: ¿Queréis más historias sobre Shira y sobre su disparatado vecindario / familia o mejor la olvidamos para siempre... que la historia no ha tenido mucha gracia?
Espero que os haya gustado mi "original" propuesta bloggera, para animaros más a participar.

Y ahora, una reflexión final. No sé si os habéis dado cuenta, pero casi siempre habeis escogido la opción B... que casualidad... X3

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La curiosidad mató al gato V [Opción B]

Entonces mi ángel rubio de la salvación dijo:
-Perdón por interrumpir. Sólo venía a por el palo.
Así que cogió el siniestro palo de la esquina, se lo echó al hombro y se marchó.
Y allí me dejó, atada a la silla, con el corazón roto en pedazos.
¿Y qué es lo que una hace en estas situaciones?
Llorar.
Llorar como si el mundo se acabara (porque para mí lo haría, teniendo en cuenta que no tenía ninguna buena excusa para disculpar mi allanamiento de morada.
-¡Buaaah! Yo no quería, de verdad que no quería... ¡pero tenía tanta curiosidad!
Parece ser que a mis vecinos mafiosos nunca se les había derrumbado nadie en sus interrogatorios, porque al verme llorar entraron en pánico.
Intentaron tranquilizarme, pero una vez empezaba, yo ya no podía cerrar el grifo.
Hasta sacaron un caramelo del bolsillo y lo agitaron frente a mí, como si fuera un niño.
Entre quejido y quejido de mi llanto desconsolado pude escuchar algo razonable que me cortó de pronto.
-¡Por favor, tranquilízate! No vamos a hacerte daño.
-¿Ah, no? -Pregunté, mirando de frente al mafioso.
-A ver, aclaremos algo. ¿Eres de la agencia MOTOS?
Hablaba muy lento, como si no fuera a entenderle si lo hacía a su ritmo.
-No. -Fue mi rápida respuesta, pues no sabía ni qué era eso.
Quizás era otra familia de mafiosos.
-¡Oh, entonces todo en paz! -Exclamó, soltándome.
Me quedé un rato sentada, mirándole, sin comprender muy bien cómo me había salvado.
¿No tenía que matarme porque sabía su secreto?
-Un momento... ¿son ustedes mafiosos?
-¿Mafiosos?
Todos se echaron a reír a carcajadas, como si hubiera dicho la cosa más tonta del mundo.
-¡Claro que no, ratita! ¿Por qué lo dices?
-Uno: cuchillos. Dos: máquinas raras en el sótano. Tres: mercedes aparcado en la puerta. Cuatro: ventanas cerradas. Cinco: no salen mucho. Y seis: me han atado. ¿Qué debería pensar con todo eso?
-¡Oh, es una confusión de lo más normal! ¡Déjame que te explique! Somos actores, actores. Ahora mismo estamos grabando un nuevo estreno sobre la mafia, que es alto secreto. Por eso tenemos tanta precaución y creíamos que eras uno de ellos.
-Ah. Así que eso era todo. Pues menudo chasco.
El falso mafioso se echó a reír y me condujo a la cocina, donde me habló de su extensa carrera y familia mientras me daba chocolate con churros hasta que pude explotar.
Todos me despidieron amablemente cuando me marché a casa, e incluso me dieron un trozo de pastel para llevar.
Cuando subí las escaleras hacia mi cuarto, Tiki estaba afilando sus katanas en completo silencio.
-¡Oh, Shira! ¿Algún rastro de moros en la costa?
-¡Ninguno! -Me quejé, tirándome a la cama con disgusto. -Sólo unos actores grabando pelis de mafiosos. El hombre que vi por la ventana con una cicatriz en la cara resultó ser un simple actor. ¡Y yo que me había hecho ilusiones! Dicen que la peli esa es alto secreto y...
-¿Cicatriz? ¿Alto secreto? ¡Martin Stacone!
Tiki bajó corriendo las escaleras, sin acordarse que llevaba aún la katana en la mano.
Oh, oh.
Le seguí a toda mecha, deteniéndole justo cuando acababa de tocar al timbre de nuestros vecinos.
Demasiado tarde.
Martin Stacone era el actor favorito de mi hermano.
El sueño de su vida era conoerle, conseguir algo suyo, un autógrafo, unos calzoncillos, lo que fuera.
Por eso entendía su excitación, pero no creía que ir de visita con la katana en alto fuera lo más adecuado para "impresionarle".
Pero la puerta se abrió y ya no había marcha atrás.
-¡Señor Stacone! ¡Soy su vecino y su mayor fan y...!
Mi hermano no pudo terminar la frase.
Un punto rojo apareció en su frente y un segundo después se derrumbó.
-¡Tiki!
¿Qué crees que ha pasado?
¿Tengo un hermano de menos o siguen siendo seis?

Recordatorio: Opción A: Tiki está muerto, así que más vale que eche a correr, llame a la policía y prepare ropa para un entierro.
Opción B: Sólo imaginaciones mías, sólo imaginaciones...

¡A votar!