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miércoles, 18 de diciembre de 2013

Infancia perdida

Algunos niños crecen, otros no, y la mayoría se esconden hasta que se les cae la inocencia y maduran de golpe (como por efecto gravitatorio, no se sabe).
Y puedo decir con una cantidad razonable de duda que me paso la vida dándole esquinazo a eso que llaman madurez con tal acierto, que cualquiera que me conozca pensaría que maduré hace mucho tiempo.
Pero me aferro a mi inocencia como si no hubiera perdido hace tiempo la infancia.
Digamos que mi niña interior aún no se ha cansado de jugar, de haber jugado tan mal y tan poco, de haber sido obligada a crecer demasiado pronto en un sentido y a permanecer eternamente niña en el otro.
La soledad de sus juegos restaba poco aliento a esa bolsa de aire con la que medimos nuestro tiempo.
Que es tan grande para algunos que la devoran a grandes sorbos y nunca se les acaba, tan pequeña para otros que apenas les dura nada y del tamaño perfecto para casi todos, que dejan de ser niños cuando les toca y siguen con sus vidas como el resto, con maestría.
Y luego están los que se ahogan de tanto pedir permisos que jamás le han sido concedidos.
Porque hay padres que prefieren a sus niños atemperados, adultos. Que los quieren como "yos" en miniatura, que sepan qué decir y qué hacer, que no les avergüencen, que se comporten.
No hay espacio para la ingenuidad en esos estrechos abismos de madurez, de senectud temprana.
No hay Peter Pan que venga a llamarte a tu ventana, ni amigo imaginario en el que confiar, ni peluche que abrazar, ni fantasía que creer, ni cuento que recitar hasta aprenderse de memoria.
Solo está el mundo de los adultos y sus infinitas reglas.
Incluso hay quien pide permiso para no ser un niño normal.
Para soñar lo insoñable, para aislarse del juego y hundirse de cabeza en las aguas de su propio silencio, para mirar a la pared cuando sus ojos en realidad observan paisajes de otro mundo.
Y hay niños que no crecen porque nacen ya crecidos. Porque más allá del balbuceo infantil de los primeros días, solo ha habido exigencias, circunstancias acuciantes, alas recortadas y el infinito peso de la responsabilidad.
Cómo envidio a los niños que crecen como niños, a los que tontean como adolescentes y a los que se insertan como adultos, parte mecánica del insondable mecanismo de la Humanidad.
Cómo les envidio.
¿Qué más da tanta quimera y tanto sueño? La vida solo da papeletas para lo realizable, lo irrealizable nunca ha entrado en el bombo de probabilísticas casualidades.
Y volviendo al principio, no digo que haya tenido una infancia dura, pero tampoco envidiable.
Quizás un poquito más de normalidad y menos de buceo, un poco más de progresión y menos bamboleo, una cierta sensatez y menos utopía moral en estos ojos absurdos...
Más muñecas y menos libros. Más realidad y menos paraísos inventados, y entonces podría dar por satisfecho el recorrido.
Y quizás más valor, más arrojo, más lance, menos apego a la seguridad y a la aventura calculada, más confianza y menos cábalas.
Más niña y más adulta, todo a su tiempo.
Pero estos caminos... estos caminos eternos, intrínsecos, múltiplos enteros, fracciones irreducibles de lo que somos, siempre me han llevado por la opción más compleja, por el número imaginario, por la respuesta incorrecta y el procedimiento mal pensado, a resolver acertijos que se perdieron hace tiempo.
Y por mucho que ansíe retroceder, he quemado el camino tras mis pasos, y la infancia perdida es eso, perdida, una vez vivida, y desde ese punto, asumida, derruida y olvidada, introducida en nuestro código como algoritmo que no se razona y que se desvela el día que nuestro sistema se desploma.
Perdonen los científicos las imprecisiones, esto es poesía.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Podría matarte

Si estuvieras aquí ahora mismo, te juro que pondría matarte.
Cogería tu cabeza y la estrellaría contra el borde de la mesa, para partirte la nariz y ver la sangre caer y caer.
Y cuando levantaras la cabeza, te rompería las costillas a patadas, una a una, hasta que vomitaras sangre.
Después, cuando estuvieras en el suelo sin poder moverte, cogería un cuchillo de la cocina y te cortaría los dedos de la mano, uno a uno, y tú estarías gritando de dolor y suplicando, pero yo terminaría mi trabajo, y tras los dedos irían las manos, y los antebrazos y también cortaría por el hombro, todo el brazo, machacando el hueso, que se haría astillas y se clavaría en tu carne mutilada.
Cogería una motosierra de alguna parte y te arrancaría las piernas de cuajo, llenando todo de sangre como si fuera un cuadro abstracto.
Y para el toque final, agujas en los ojos y mi mano por tu garganta para sacarte el corazón, para partirlo en cientos de pedacitos.
Cogería lo poco que quedara de ti, y lo trituraría, hasta que pudiera tirarlo por el retrete, y entonces ya nada quedaría de ti.
Y me pondría a limpiar todo el desastre.
Quemaría la ropa, las cortinas.
Y me sentaría a ver el vacío que has dejado y lloraría por todo el daño que me has hecho, por el corazón roto que has ignorado todo este tiempo. Por hacerme creer que no valgo nada y por tratarme como si fuera una mierda.
Y también lloraría por haberte perdido.
Porque jamás podré tener lo que quiero. Porque ya no me vas a dar lo que necesito y yo solo lo quiero de ti.
Tarde o temprano, se me secarían las lágrimas. Más tarde que temprano.
Y entonces te daría una segunda oportunidad y reviviría este momento una y otra vez.
Porque puedo retirarme de toda apuesta excepto de esta, porque me he atado a ti como una estúpida, porque todavía tengo la esperanza de que me trates bien y me quieras, de que en algún momento, deje de sobrarte y me consideres algo especial.
Ya ni siquiera quieres verme, ¿qué puedo decir a eso?
¿Qué puedo hacer eso?
Puedo convertir tu cuerpo en cenizas, pero jamás podré hacer que me ames si no me amas ya.
Puedo destruir y destruir, pero reconstruir a veces no es posible, así que destruiré y destruiré hasta que no quede nada. Hasta que ya no quede nada de este amor de cuento de hadas que hemos tirado a la basura.
Ojalá pudiera extirparme todos estos molestos sentimientos de una vez por todas.
Ojalá me desearas buenas noches, me besaras, me abrazaras, me dijeras que quieres pasar conmigo tu cumpleaños, y no hubieras hecho cientos de planes en los que no me has incluido.
Ojalá no tuviera que ir detrás de ti a todas horas porque a ti ya no te importa una mierda, porque no sabes y no te importa y que yo sufra te la pela.
Ojalá pudiera ser libre, libre de cualquier cadena, hacer lo que quisiera en cualquier momento.
Ojalá no me pudiera enamorar.
Que todo fuera un juego sin final en el que no me importara perder o ganar.

lunes, 16 de septiembre de 2013

¿Apoyo?

Hubo un tiempo en el que me sentía con derecho a quejarme.
Ese tiempo ahora se me antojo muy lejano, y apenas fue ayer, hace tan solo un segundo.
Sí, creía que me estaba permitido llorar, que podía dejar salir mi sufrimiento y esperar una respuesta amable del exterior.
Y es ahora cuando desearía creer en algo.
En Dios, santos y ángeles, en Buda, en Alá, lo que sea, creer que hay alguien ahí dispuesto a escucharme.
No es que no haya gente con quien hablar, sino que no tengo derecho a hacerles oír lo que siento.
No tengo el valor, es injusto y solo me hace quedar todavía más abajo.
Llega un momento en que creces, quieras o no, y eso te obliga a independizarte de tu entorno, hace que sientas esas manos protectoras alejándose y empieces a sufrir los golpes de los que te protegían.
Ya no tengo derecho a pedir ayuda.
El tiempo ha pasado, ha arroyado todo a mi paso, y me deja varada.
Es imperativo que encuentre un medio, que alce un pie y después otro, y deje de usar a los demás como barco.
Cuando siento ese dolor renuente, esa sensación persistente de abandono y de ahogo, no puedo pretender que alguien me dé unas palmaditas en la espalda.
Y todo esto lo digo tratando de convencerme.
Me restrinjo patéticamente de parecer un cachorro abandonado, y ya no sé qué pensar.
No sé qué debo y qué no debo hacer.
No sé qué debo creer.
Bien, ¿qué corriente seguir? ¿Qué río elegir para dejarme arrastrar?

¿En manos de quién debo dejar mi lealtad si no soy capaz de confiar en mí misma?

En este punto es cuando empieza el ataque interno.
Es ahora cuando la verdad se transforma y cae con todo su peso sobre mí, sobre mi frágil autoestima.
No tengo otro enemigo más que mí misma.
El mundo solo comete el pecado de llevarme la contraria.
No hay herida que sanar, golpe que tratar, no hay nada, NADA por lo que sea digna de lástima.
¿Qué me hace buscar continuamente el apoyo de los demás?
¿Qué hago para merecerlo?
Dios mío, ¿por qué no caigo de un lado de una vez por todas?
¿Es que quiero sufrir?
Podría...
Podría caer... caer sin fin... mientras siento que el nudo en mi garganta se deshace y trago de nuevo la hiel de mi existencia.
No hay zanja que saltar, barranco por el que deslizarse, no hay nada.
Solo yo y mi pequeño mundo.
El teclado del ordenador, el olor a pintauñas, mi muñeca sin boca ni corazón, calor, mucho calor, y un cierto caos incontrolado.
Debería huir antes de que mi amor viral lo contamine todo.

domingo, 8 de septiembre de 2013

Algún día aprenderé que las tristezas son de uno y las alegrías para compartir.
Se fijará en mi memoria el recuerdo de las miradas y los gestos de desagrado al mostrar mis agujeros y se alzarán estos como silenciosa advertencia antes de que mis labios destruyan con un par de frases lo que luego no arreglarán centenares.
Sí, algún día aprenderé que las tristezas son de uno y solo las alegrías se pueden compartir.

domingo, 21 de julio de 2013

Extírpate los sentimientos, que para lo que sirven...

Que alguien me explique la utilidad práctica de los sentimientos.
¿Qué necesidad básica satisfacen?
¿Qué tienen de imprescindible, qué nos impide inventar una píldora mágica que los elimine y seguir viviendo como hasta entonces, si no mejor?
¿El hecho de que no existe esa píldora, quizás?
¿Tanto apego le tenemos a nuestros sentimientos suicidas?
¿Que sean causantes del arte les da noción permisiva de existencia?
Sin sentimientos, no valoraríamos el arte, con lo que su función aparente desaparece.
Bien, ¿a qué estamos esperando?
Casi apostaría a que son culpables de muchas enfermedades.
Además, sin miedo a la muerte, seríamos más eficientes, más audaces.
Equilibraríamos fríamente la vida para que todos fuéramos iguales. Sin emociones, la codicia sería un mito.
Solo la practicidad movería el mundo.
¿Cuál es el problema?
Yo lo veo perfecto.
Sentimientos fuera.
Nada más que necesidades evidentes y pura lógica.
Convirtámonos en números y a la vida en matemática.
Todo sería mejor, preciso y exacto como una buena ecuación de segundo grado.
Y prescindamos del corazón si no es para latir y mantener viva la maquinaria, motor hidráulico de sangre.

jueves, 27 de junio de 2013

Esperanzas, ¿para qué os quiero? II

¿A quién puedo pedir ayuda?
¿Alguien lo sabe?
¿Por qué no puedo dejar de mirar atrás?

No tengo motivos.
No tengo derecho.
No quiero llorar más.
No quiero ser yo más.


¿Por qué os decepciono?
Quiero dejar de hacerlo.

Arráncame la cabeza y cuélgala de una pica.
Solo así se me cortan las lágrimas.
Solo así.
¿Qué está roto?
¿Cómo lo arreglo?
¿Por qué te lo tomas así? ¿Por qué va todo tan mal? ¿POR QUÉ NO PUEDO TENER LA MALDITA BOCA CALLADA?
Córtame las manos.
Cóseme la boca.
No me dejes decir nada.
No me dejéis decir nada, por favor.
No me dejéis destrozar mi vida.

Muérete. Muérete de una vez, esperanza.

Esperanzas, ¿para qué os quiero?

¿Por qué sigo esperando que alguien oiga mi voz?

¿Por qué sigo esperando algo de vosotros?

¿Por qué?

A nadie le importan los problemas de nadie, no más que ellos mismos, ni siquiera quienes te aman.

El interés se acaba, la atención se muere, ¿por qué espero que sea inmutable un trozo de plastilina, confundiéndolo con un diamante?

Os cambio mi corazón de hielo por una carcasa de acero para ocultar mis emociones. ¿Os hace?

Porque yo, sinceramente, estoy harta de que trafiquen con él.

sábado, 22 de junio de 2013

Golpes de humildad

Sinceramente, vida, ya no te entiendo.
Creo que son demasiados los golpes de humildad que me estás dando.
Me vas sirviendo triunfos en bandeja, para que me acostumbre, para que paladee mi modesto éxito, y entonces, como venida de la nada, tu espada justiciera cercena mi trofeo hasta convertirlo en un montón de piezas rotas.

Puedo aceptar que sobreestimé mi inteligencia.

Sí, puedo aceptarlo.
Es más, es tremendamente cierto, y muy necesario.
Ya es hora de que aprenda que una mente rápida no lo es todo, y menos cuando tratas de codearte con los avanzados.
Bien, aprendo lento, pero asimilaré la idea y trabajaré, espero.

Puedo aceptar que él no tiene por qué hacerme feliz.

Sí, debo aceptarlo.
No debo culparle por haber empezado fuerte un primer amor, por haberlo todo durante un tiempo y después empezar a decaer por múltiples motivos ajenos a su control, contra los que además no debe luchar.
Bueno, duele cada vez que me golpea una nueva pérdida, pero todas son para hacerme crecer como persona, así que debo mantener la cabeza alta y aplacar mis niñerías.

Puedo aceptar que los demás no están para complacerme.

Sé que al principio todos estuvieron más atentos a mí, y que empecé a hacer amigos rápido, pero no puedo esperar que los demás vean lo que quiero o me correspondan por lo que hago. Tengo que moverme y buscar mi propio plan si quiero que alguien me siga en mi camino.

Puedo aceptar que algunos vean traición en lo que hago.

Los mensajes no siempre llegan, muchas veces cosas pasan que cambian la mira de otra persona y te transforman en lo que no eras, que retuercen tu imagen hasta hacerla monstruosa.

Puedo aceptar que un cierto periodo de sequía literaria.

Todos tenemos malas rachas, eso es cierto, y quizás ahora no es el momento indicado para escribir. Quizás debo esperar un poco, o dedicarme a otras cosas mientras voy allanando el camino.

Puedo aceptar no tener éxito y no publiquen mis libros.

El éxito es un producto de muchas cosas que tú NO estás haciendo.
Ninguna de ellas. "Nothing gets you nothing, everything has a prize". No puedes esperar algo de la nada.

Puedo aceptar que las manualidades no terminan de ser lo mío. 

No tengo porque convertirme en una profesional, ni rogar unos halagos que no tienen por qué llegar. Sí, puedo admitirlo, no soy lo suficientemente buena, no todos servimos para lo mismo.

Puedo aceptar la ronquera.

No tengo voz porque no canto, y pierdo el interés porque no me sale la voz, y así en un círculo vicioso, pero seguro que lo voy a romper. Estoy segura de que todo irá bien.

Puedo aceptar que no tengo derecho a llorar.

Ni a quejarme, porque tengo una vida maravillosa, y mis padres se están esforzando mucho para que pueda estudiar, a pesar de que no se lo agradezco como debería.

Puedo aceptar que no tengo derecho a rendirme. 

No puedo tirar la toalla, porque solo es producto de mis autolamentaciones.
Debo dejar eso atrás.
No tengo motivos, ni razones, y molesto a los que me quieren con ese comportamiento infantil y miserable.

Puedo aceptar que tengo que independizarme.

Los demás no tienen por qué ayudarme, acompañarme a los sitios o animarme cuando me siento triste.

Puedo aceptar que sobrevaloro lo que les ocurre a los demás e infravaloro lo que me ocurre a mí.

Mirar las cosas buenas que les pasan a los demás y decir que conmigo no es así es una visión distorsionada de la realidad, producto de mi presencia parcial en sus vidas.

Ya está.
Hay que tragar, aguantar lo que venga.

No, no te refugies en la pena. No digas gilipolleces que no vas a cumplir.

Lo mejor es que no se lo diga a nadie y deje de ser yo misma y esconda la verdad.

No, porque no puedes, porque no sabes ni quieres. ¿Quieres llamar la atención? Así no lo vas a conseguir. No debes querer conseguirlo.

Voy a fingir.

No sabes.

Voy a mentir con mi sonrisa.

No puedes.

Voy a ocultar mi enfado.

No quieres.

Vuelves a pensar estupideces.

Soy egoísta.

Sí, pero no lo uses como excusa para lamentarte.
Todo el mundo es egoísta, nadie te ha pedido ser santa Teresa.
No, no tienes derecho a enfadarte con él ni a culparle de tu tristeza.

No le conozco.

Ya lo sabes, tú misma lo dices, ¿por qué lloriqueas?

Quiero llorar.

No, no tienes permitido llorar.
Aguanta el nudo en la garganta y ni se te ocurra pagarlo con él.
Él sí que tiene razones por las que lamentarse.
Ya está.
Vacía tu mente.
Haz algo útil o vete a dormir.
O pierde el tiempo decentemente.
Pero nada de lamentarse.
Tú no tienes derecho.
No hasta que sientas verdadero dolor, hasta que tu vida sea un verdadero infierno terrenal y tengas un buen motivo para llorar.

martes, 23 de abril de 2013

¿Por qué leo? FELIZ DÍA DEL LIBRO

¿Por qué leo?

Leo porque no conozco otra manera de vivir. 
Leo porque me gusta, porque me recuerda lo viva que estoy y porque me abre la puerta a lo más profundo de mí misma. 
Leo porque es aire y agua, porque le da sentido a nuestras vidas comprender el que tuvieron las de otras personas. 
Leo porque un libro siempre será tu mejor amigo, con su final siempre estático, que no traiciona.
Leo porque la muerte en los libros no es más que una página en blanco, porque el dolor es solo una palabra y la alegría es tan viva que traspasa corazones, que llega hasta el alma.
Leo porque leo, y porque leo, escribo.
Leo porque siempre trae buenos recuerdos, porque el libro es un amigo que siempre tiene una historia que contar y te deja interrumpirlo cuando habla.
Leo porque me ha unido a personas maravillosas, reales y ficticias (aunque nunca se tiene muy claro qué línea separa ambas cosas), que han llenado mis vacíos mejor de lo que yo nunca podría.
Leo porque lo amo, porque mi corazón es de tinta y mi alma de papel, porque mis dedos solo saben escribir día tras días.

¿Que por qué leo?
¿Aún te lo preguntas?
Leo porque somos literatura, amigo mío, nada más que una historia que contar.

lunes, 1 de abril de 2013

Remodelación de interiores

ANUNCIO AQUÍ, ante mi escaso público aquí no presente, que mando a la porra todo intento de racionalización de mi persona.
He intentado ser políticamente correcta (¡de verdad que lo he intentado!), estrictamente real y satisfactoria para el personal, y me temo que eso no me place, así que os hablaré en verso si me apetece, haré reverencias burlonas, seguiré tan loca como siempre y, sobre todo, viviré más tiempo de mi vida en mi paraíso particular.
¡A la porra mando el estar siempre pendiente de vosotros, adorable chusma mía!, y con chusma no os insulto, porque me parece una palabra bonita y de especial sonoridad, os lo parezca o no os lo parezca, y me lanzo de cabeza a la aventura.
Adiós, amados míos.
Hola de nuevo a la vieja yo, a la que no levanta la nariz del libro, porque sí, SÍ, señor Dios mío, ¡SÍ!
He encontrado en polvorientas páginas lo que nada me daba, ¡SERENIDAD!
Estoy en paz por un momento, y me pregunto por qué demonios sacrifiqué mi adorable y maravilloso obnubilamiento para ser rotundamente realista.
¡NO! ¡¿Qué me importa a mí lo que piense la gente?! (Vale, sí, me importa, pero mejor será que no me entere de nada, mejor será).
¡Y no me provoquéis, que tengo la poesía al punto para dejaros totalmente... totalmente... para dejar que os riáis de mi persona, creo yo!
Bah, demasiadas incoherencias juntas, todos lo sabemos.
Nunca fui muy coherente.
Creo en las auras, tengo una fe ciega en ciertos misterios de la ciencia y valoro mucho más una elegante fantasía que un frío razonamiento.
La ciencia, ¿qué ciencia? Sí, ciencia. La ciencia es un pesado tanque que aplasta toda flor artística que encuentra.
Los números de la naturaleza, ese maldito número áureo, ¡métanselo por donde les quepa, científicos de pacotilla!
¡A nadie le importa el número de la naturaleza que os permite imitarla!
¡La belleza es bella porque no se puede explicar!
¡Solo os necesitamos para los misterios de las dobles hélices y de la química del carbono, más allá de eso, no metáis vuestra enguantada mano!
O sí, lo que sea.
¡Qué más da!
Nunca encontraréis vuestras respuestas.

¿Sabéis por qué?
Porque en el mundo hay magia, hay magia en no saber todas las respuestas, y sin eso, vosotros, no seríais nada, y por eso ¡YO NO QUIERO SER COMO VOSOTROS!
Quiero ser una bioquímica sin respuestas. ¡Quiero jugar con bacterias por placer! Quiero imaginar, más que saber, sus posibilidades.
Quiero creer que hay plásmido sin saber si lo hay y quiero esquivar el amoniaco del que me salva la suerte del agua destilada.
Y quien vaya a mi grupo de prácticas, sabe a lo que se refieren estas palabras.

lunes, 18 de marzo de 2013

¿Por qué no somos novela?

En contra de lo que cabría esperar (o quizás sea a todo punto lo más esperable de mi persona), soy una mujer dulcemente empujada al romanticismo.
Vamos, lo que se dice una empedernida romántica.
Me empeño en sumergirme en las frías aristas de la realidad, pero para mí es más real el contenido de una novela romántica que el mundo en el que vivimos.

¿Por qué no amamos como aman los personajes de las novelas? Pero no de cualquier novela, no señor, sino de esas empalagosas novelas románticas ambientadas en la Inglaterra del siglo XIX, o en algún exótico lugar también de ese siglo, con personajes tan refinados como extraños a su época.
Esas novelas de damas sumisas que por algún extraño motivo dejan las costumbres de su entorno bien lejos por amar a un duque estrafalario o cualquier estupidez como esa.
Inventoras inocentes, viajeras indómitas o huérfanas sin un lugar dónde caerse muertas a las que les llega su príncipe, no siempre ideal y casi siempre con un encanto fascinante y algo que los hace muy diferentes a los demás.

Lo mismo están locos, o se vuelven locos en el transcurso de la novela.
Lo mismo son seres huraños a quienes no hay quien comprenda.
O lo mismo son falderos que se enamoran perdidamente de la susodicha dama, qué se yo, se reforman.
Ese, ese mundo es en el que me gustaría vivir.

Total, aunque presuma de querer ser una mujer independiente y muestre mi feminismo como brillante bandera de libertad, sin abandonar esa posición, me gustaría dejarme llevar por los cánones de la moda (o más bien pelear contra ellos), como las heroínas de mis novelas, siendo tan irreverente y extraña que el susodicho caballero no pudiera más que salvarme de cualquier clase de intriga para llevarme con él a cualquier castillo perdido en las montañas.

No me malinterpretéis, vivo y disfruto de un amor a todo punto respetuoso y respetable, y tengo ya un príncipe extraño con el cual resguardarme de todo esta ignominiosa realidad, pero... ¿no sería mejor ser una novela?

Algo que pudiera leerse cientos de veces, con un principio, un final, y mil historias controladas por el/la escritor/a, algo que pudiera terminarse en un par de horas, sin incertidumbre ni duda, más que las primeras del descubrimiento y las provocadas por el olvido entre lectura y lectura.

O quizás no.
O quizás sea mejor ser real, fuera de la fantástica nebulosa de la literatura.
Ser afilado y palpable, no etéreo y lejano como un sueño.
Quizás sea mejor enfrentarse a los desplantes de la vida, al malvado discurrir de las gentes y sus obviedades,  a su egoísmo y a su lento crepitar ante los ventanales.

O quizás, y solo quizás, sea mejor perderse en el delirio, y caminar entre los vivos como una novela, de mano en mano, siempre eterna e inmutable, una historia escrita para no tener que recordarla e ir perdiéndola en la erosión de cada recuerdo.
Quizás sería mejor ser ambas cosas, un contenedor real de un sueño irreal, una persona de fantasía en la mente del que la leyó.

Quizás y sí, solo quizás, no quiera madurar. No quiera ser como vosotros, que vivís dejando la fantasía para la novela o para el que os entretiene con ella. Quizás quiero vivir mi historia de cuento o pasar más tiempo dentro de mí que en vuestro cercado de viudedad.

¿Viudedad de qué? De magia.

Porque este mundo tiene pocas cosas mágicas.
Nos empeñamos en enterrarlas bajo el estricto canon de lo que es real y de lo que no lo es.
Si no se puede recrear, si no es útil, no vale.
¿No es precisamente su valor que es irrepetible?
¿No vale la pena precisamente porque no tiene ninguna utilidad?
¿No somos especiales precisamente porque somos capaces de soñar?
No olvidéis que la tecnología  la productividad y el progreso salen de las mentes del que sueña, y son pervertidas y retorcidas hasta que solo son eso, utilidad, utilidad y más utilidad.
¿Es útil eso, en realidad?
¿Destrozar la magia en pro de lo que podemos entender es útil, en realidad?
¿No eran más hermosas las estrellas cuando no tenía nombre?
¿No brillaba más la luna cuando no habíamos puesto el pie sobre ella?
¿No era más interesante el mundo cuando todavía nos quedaban cosas que observar, bosques descubrir, visiones que crear?
¿Merece la pena el frío progreso por dejar atrás la ingenuidad?
¿El capitán Hooke o Peter Pan?


(Y mira que no me gusta Peter Pan, lo siento, para mí no tiene suficiente magia).

miércoles, 13 de marzo de 2013

¿Y ahora?

Ahora... todo el mundo tiene su propia forma de vivir la vida.
Madres solteras callan su desgracia.
Legionarios marchan por una paz que apuñalan.
Buscan emociones.
Destruyen ilusiones.
Aman el sol.
Violan el alma.

Ahora  políticos corruptos y profesores hastiados se aburren de sus patéticas vidas.
Y en las mujeres que lloran, dobladas por el peso de un hogar,
¿alguien piensa en ellas?

Ahora  sonrisas tras las que se esconden crueles amenazas, carcajadas que ocultan nudos en la garganta, amanecen, serenas, en la madrugada.

Ahora estás tú y estoy yo, está el silencio que nos guarda,
mi permanente melancolía,
la mecha que día a día se apaga,
el mecanismo que justo ahora se para.

Ahora queda mi dolor y el que lo causa.
Queda mi pútrida imaginación y mi perdida esperanza .
Y no, ya no salís de mi boca con fluidez. Ya no sois tan mías.

[Os hablo a vosotras. Sí, a vosotras.
Por fin me habéis dejado en la esquina, palabras.
Ya ni siquiera puedo refugiarme en vuestras amplias espaldas.
¿Por qué me hacéis quedar tan mal?
Antes me dabais la promesa de un sueño, ahora no me queda nada.]

¿Ahora?

Una frustración tras otra, frustraciones que ya ni siquiera puedo describir con palabras.
Me alejasteis del mundo.
Me arrinconasteis.

¿Ahora?

Me dejáis en la estacada.

¿Ahora por qué?

¿Por qué me siento tan vacía? ¿Por qué me siento tan falsa, tan rota, tan abandonada?
¿Qué quiero?
¿Qué anhelo?
¿Qué demonios esperaba?
Ya que no puedo contar mi historia, ¡permitidme contar otras!

¿Y ahora?

Dejadme llenar las horas muertas.
Dadme un propósito, un destino, lo que sea...
Siempre me dejasteis decir lo que no me atrevía a decir, sentir como no me atrevía
Eráis mi carril más fiel de conducción en la vida.
Pero...

¿Ahora?

Ahora te evaporas y te vas... tan lejos de mí, te vas...

¿Ahora?

Ahora que no puedo llorar, que mis trazos no muestran lo que esconden, ahora que no estás...
Ahora, ¿qué me queda?
¿Qué soy?
¿Qué me falta?
¿Qué nos queda sin palabras?

jueves, 7 de marzo de 2013

¿Por qué vivo? Mi búsqueda

Por si no recordáis, el arte es la enfermedad que me corrompe.
Pero ¿por qué esa y no cualquier otra enfermedad?
Por lo que soy, por el anhelo que me mueve.
¿Por qué el arte?
Porque es una búsqueda.
¿Una búsqueda de qué?
De belleza.
Y en esa infinita búsqueda nos perdemos los hombres.
Y el camino, acabamos encontrando flores como esta:


"Hay muchos motivos por los que a los demás les resulto extraña. A mí misma me lo resulto, incluso.
Pero igual que las plantas buscan la luz y eso hace que crezcan hacia el cielo, yo busco la belleza como las raíces el agua en la profundidad.
Soy una enamorada de la belleza.
En todas sus formas.
La busco incansablemente y ese es el motivo por el que vivo.
Hasta este momento exacto, creía que era la curiosidad, pero la realidad es que aprender, saber, comprender el mundo, es hermoso.
¿Sabes lo que siento, amor, cuando veo la forma de tu espalda?
¿Esas preciosas curvas, montañas y depresiones?
Amor.
Porque es bonito.
Y tus manos… Tu sonrisa avergonzada…
Ojalá pudiera capturarlas eternamente y no tener que conformarme con recordarlas.
Me gustan los retazos secretos de ti.
Tu cintura.
Tu pecho.
Tus lindos pectorales.
La contracción de tus músculos cuando te hago cosquillas.
Tienes un cuerpo bonito. Y muy suave.
Me transmite miles de mensajes cuando lo toco, cuando se mueve junto a mí o simplemente lo veo.
La seda que te recubre es belleza.
Y todo eso se acumula en mí y me da ganas de gritar, de reír, de llorar.
Es una melodía. Un abrigo. Un motivo. EL motivo.
Es luz, color y sentido.
Parece un delirio, pero siento todas esas cosas cuando huelo algo que me cautiva o veo un paisaje hermosamente indescriptible.
Es viento dentro de mí que mueve mis velas, pero así de fuertes son también las cosas que duelen, que no me gustan.
Me roban el aire, me alejan del viento y me dejan en el silencio y la oscuridad.
Por eso no me gusta el silencio.
Silencio, ¿es hermoso? Sí, como palabra.
Pero en realidad es una ausencia, muy a menudo no deseable.
Mi cuerpo necesita crear, devolver al mundo lo que le da, fabricar belleza, y si no lo consigue, el silencio lo rompe.
Sigo delirando, pero… es que creo que eso es por lo que vivo.
Es un amor tan grande que me salva.
Y no solo amo lo que mis sentidos pueden ver.
Amo también a las personas cuando hacen cosas buenas, cuando tienen buenos valores.
Cuando lloran.
Cuando se arrepienten de sus errores.
Cuando sufren injustamente.
Cuando puedo estar con ellas sin morir de ansiedad, de un hambre indescriptible.
Y a ti te amo porque calmas mi sed.
Porque haces creíbles mis locuras.
Porque cuando tú estás en él, el mundo, duela o no, es un lugar mejor.
Y nada lo cambia, porque es así. No es algo que yo haya decidido, simplemente es.
Este es mi ser.                                                                                                                     "


"¿Por qué vives tú, amor?"

jueves, 28 de febrero de 2013

Bufón, a su servicio

Creo que será merecido. Sí. Muy merecido.
Mala suerte. Hay tantas cosas que me han quitado las ganas...
Solo quiero mirar al infinito, pero supongo que tendré que seguir adelante. 
Asumir mi decisión, la única posible para seguir hacia delante. 
No puedo tomarme un tiempo. 
No puedo parar.
No empezaría de nuevo. 

Por eso me dejo llevar por las decisiones de los demás.
Ir aquí. Vale. 
Hacer esto. Vale. 
Estudiar esto y no lo otro. De acuerdo. Vale. 
Sé así. Sé asá. 
Si eres así, cumples el ideal del cuento.
Pero no eres real. 
Eres un personaje que choca en la vida, que se va desquebrajando a cada paso y tiene que enfrentarse a las afiladas, afiladas aristas de la realidad. 
El mundo no espera a nadie. 
Sé el cambio que quieras ver en el mundo. Sé igual que todo el mundo.
¡Destaca! ¡NO DESTAQUES! 
Sonríe aunque llores. Llora sin miedo. 
¡DIVIÉRTETE! Asume responsabilidades. 
SIGUE TUS SUEÑOS. Haz algo útil.
Eres parte del mundo. ¡MUÉVETE CON ÉL! Ve a contracorriente. 
¡GRITA! Guarda silencio. 
Sé loco. SE DISCRETO. 

Sí, hay tantas, tantas opciones.
Hay tantos caminos que explorar. 
¿Acaso no habíamos explorado todo? 
¿Acaso no habíamos globalizado todo? 
¡ACASO NO QUEDABAN MONTAÑAS POR DESCUBRIR!

No, no hay nada más allá. 
Hemos bajado a lo más profundo del mar. 
Hemos desenterrado tesoros milenarios.
Hemos agujereado todo lo agujereable en busca de un sueño. 
¡HEMOS LLEGADO HASTA MARTE! 
Y no somos capaces ni de mirar lo que tenemos delante

Decidme de una vez qué debo ser. 
Qué queréis que sea. 
¡Qué es mejor! 

¿Queréis un bufón? ¿Un personaje de cuento? ¡YA INTERPRETO ESE PAPEL!

Ya soy vuestro bufón. Ya me he topado con las paredes que imponéis a los que sirven solo para vuestra diversión.

There's a hole in the world like a great black pit and it's filled with people who are full with shit and the vermin of the world inhabit it

martes, 12 de febrero de 2013

Arte, mi enfermedad preferida


Algunas personas tenemos una necesidad desmedida de arte.
No importa el momento o el lugar, ni tan siquiera la forma que este tome, solo hace falta que esté ahí, para que podamos devorarlo y calmar nuestra sed.
Es una loca enfermedad que te convierte en una persona diferente, que te separa de las demás.
Puede que no sepas describirlo, que no puedas ni hablar de ello, o que no seas consciente de lo que te está pasando.
Si no puedes vivir sin música, puede que te esté sucediendo.
Si no puedes respirar otra cosa que no sea el aroma del viento, o de la rosa seca, o de la hierba mojada, puede que te esté atrapando.
Si solo calma tus ojos la visión de un efímero retazo de belleza, y solo tranquiliza tu espíritu el poder recogerlo de algún modo, aunque sea imperfecto, aunque esté fuera del alcance de tus manos, quizás estés afectado.
Si no puedes evitar expresar lo que sientes, encerrar esas emociones como sea para cristalizarlas en tu memoria o en la de los demás, es probable que lo estés sufriendo.
Son todas esas cosas a la vez o una por una. O en parejas. O muchas más cosas.
Es un anhelo que todavía no tiene nombre, que roza tus dedos por las noches y susurra palabras secretas en tu oído cuando menos te des cuenta.
Puede que te sientas solo, que nadie comprenda tu ansiedad cuando no puedes plasmar lo que amas en un lienzo o un papel, puede que te señalen por la calle porque tienes una manera peculiar de demostrar esa necesidad. ¿Qué importa?
Eso está en ti.
Es la más amplia expresión de ti mismo, el hecho de que querer compartirte por el medio que sea.
Es una forma de amor, tan grande o tan pequeña como el que la mira.
Cada nota, cada imagen, cada textura o palabra. Todo eso sale de tu alma para tocar otra, y esa otra y así va corriendo como un chispazo de electricidad.
¿Quién es el que critica para evitarlo?
¿Quién es el que critica sino alguien incapaz de crear?
¿Quién, sino un corruptor de la belleza en beneficio propio, en mal ajeno, un experto en el rechazo a los demás?

¿Y quién eres tú, sino una de las más hermosas criaturas, que no solo inventa mundos nuevos de su propia carne, sino que además quiere compartirlos con los demás?

¿Y por qué te torturas con tu ingenua necesidad?
No es un mal; enfermedad no siempre significa cosas malas, puedo decírtelo por mi propia piel, por mi propia experiencia.
Es una nueva forma de ver la vida.
Y eso a menudo trae problemas. Problemas que tendrás que resolver con tu pincel cargado de rosa y purpurina, o con tu guitarra de melodías imposibles, lo que en ese momento lleves encima.
Arte, arte, ¡ARTE! Tu mejor amigo y tu condena. Según cómo lo veas, seguirá ahí o se marchará, y entonces te sentirás vacío y solo de verdad.
¡No le des la espalda!
Es una amante exigente y un poco promiscua, pero es la que te acariciará la cabeza y te cantará canciones de cuna cuando no tengas nada.
Cuando solo puedas llorar, creará el continente perfecto para tus lágrimas.
Cuando solo puedas reír, pegará tus carcajadas a tu piel o a la de quien se preste, para hacerlas imborrables.
Agarra tu cámara, saca tu fuerza a relucir y toma la voz cantante.
El mundo es algo más que hambre, sed y muerte.
El mundo tiene derecho a que alguien crea en él. Y transformándolo en algo fácil de mirar no haces más que darle la mano y sacarlo a la luz.
¡Exprésate!
Las verdades duelen solo para el que no las quiere escuchar.
El que sea sincero, apreciará tu esfuerzo, tu sufrimiento y tu lucha.
¡Grita!
El silencio es bueno, pero no siempre, solo cuando lo pida el alma, cuando lo requiera el cuerpo, cuando la mente lo necesite, mientras ¡grita!

Y quien me escuche y no me apruebe, no me extraña.
No es moneda común hoy en día.


¡Hola! Aquí Lavernne.
La verdad es que me comunico poco últimamente, pero ya sabéis, hablarle a la nada suele tomarse como un trastorno mental grave.
El caso es que estoy artística últimamente y quería revindicarme.
Cualquier forma de arte que se pasee por aquí y quiera que la conozca, es totalmente bienvenida, aquí o en Twitter, aunque no creo.
Pero nunca se sabe.



martes, 5 de febrero de 2013

A

Agua.
Aire.
Amor.
Amistad.
Ansiedad.
Ángel.
Aura.
Abrir. 
Ahogar.
Aumentar.
Aprender.


Agua.                     Fuego.
Aire.                      Tierra.
Amor.                    Odio.
Amistad.                Enemistad.
Ansiedad.              Calma.
Ángel.                    Demonio.
Aura.                     Cuerpo.
Abrir.                     Cerrar.
Ahogar.                  Respirar.
Aumentar.              Disminuir.
Aprender.               Olvidar.


Agua. (Vida)                                         Fuego. (Destrucción)
Aire. (Mi identidad)                      Tierra (El suelo que piso)
Amor. (Un lazo fuerte)            Odio.  (Lo que me llena y me rodea)
Amistad.  (Un lazo inexistente)  Enemistad.   (Mi condena)
Ansiedad.  (Mi realidad)               Calma. (Lo que me falta)
Ángel. (Mi sueño)                         Demonio.  (Lo que anhelo ser de verdad)
Aura.  (Lo que veo)                          Cuerpo.   (Mi máscara)
Abrir.  (Algo imposible)           Cerrar.  (Algo que se sufre)
Ahogar. (Algo fácil)                       Respirar.  (Una obligación, a veces hermosa, siempre inevitable)
Aumentar. (Lo que no hago)    Disminuir. (Lo que siento que me pasa)
Aprender. (Lo que intento)          Olvidar. (Lo que no puedo)


Todas son palabras. Pero cambia la película según quien las miras.
¿Qué son para ti estas palabras?
¿Qué son para ti sus antónimos?
¿Se te ocurren otros antónimos?
¿Te ha gustado la lectura?
¿Estás leyendo esto con la misma voz con la que leías en tu cabeza tus ejercicios de lengua?
Recuerda. Es tu película.
Tú cambias el modo en que se reproduce en la pantalla.
Tú le cortas. Tú le pegas. Tú le borras. Tú cambias el final y la aventura.

miércoles, 23 de enero de 2013

Ya que voy a ser una ignorada toda la vida, al menos lo seré con estilo



Admiro a todos aquellos que pueden decir la verdad.

Aprecio a los que no son una voz hundida en la oscuridad. 

Envidio al que canta en voz alta y no ahoga la música en sus labios.

Aplaudo a la máscara que se muestra tal y como es.
A quien no se esconde en las profundidades de sí mismo por miedo.


Felicito a los que son como una ráfaga veraniega y no guardan en su interior un desierto helado.

Cómo me gustaría ser capaz de gritar cuando hiciera falta, de imponerme, de descargar un golpe si lo necesito, en vez de vivir arrepintiéndome hasta de lo que no he hecho. 

¡Ojalá pudiera mirar hacia delante y no dudar a cada paso, olvidándome de las voces en mi cabeza, de las críticas!

Ojalá...

Ojalá dejara de salir perdiendo al compararme con los demás.

Desearía que pesaran más los éxitos que las derrotas, esforzarme un poco más y que no me aplastara el peso de la perfección.

Ojalá no tuviera un corazón con el que llorar.
Por el que llorar.