Páginas

lunes, 1 de abril de 2013

Remodelación de interiores

ANUNCIO AQUÍ, ante mi escaso público aquí no presente, que mando a la porra todo intento de racionalización de mi persona.
He intentado ser políticamente correcta (¡de verdad que lo he intentado!), estrictamente real y satisfactoria para el personal, y me temo que eso no me place, así que os hablaré en verso si me apetece, haré reverencias burlonas, seguiré tan loca como siempre y, sobre todo, viviré más tiempo de mi vida en mi paraíso particular.
¡A la porra mando el estar siempre pendiente de vosotros, adorable chusma mía!, y con chusma no os insulto, porque me parece una palabra bonita y de especial sonoridad, os lo parezca o no os lo parezca, y me lanzo de cabeza a la aventura.
Adiós, amados míos.
Hola de nuevo a la vieja yo, a la que no levanta la nariz del libro, porque sí, SÍ, señor Dios mío, ¡SÍ!
He encontrado en polvorientas páginas lo que nada me daba, ¡SERENIDAD!
Estoy en paz por un momento, y me pregunto por qué demonios sacrifiqué mi adorable y maravilloso obnubilamiento para ser rotundamente realista.
¡NO! ¡¿Qué me importa a mí lo que piense la gente?! (Vale, sí, me importa, pero mejor será que no me entere de nada, mejor será).
¡Y no me provoquéis, que tengo la poesía al punto para dejaros totalmente... totalmente... para dejar que os riáis de mi persona, creo yo!
Bah, demasiadas incoherencias juntas, todos lo sabemos.
Nunca fui muy coherente.
Creo en las auras, tengo una fe ciega en ciertos misterios de la ciencia y valoro mucho más una elegante fantasía que un frío razonamiento.
La ciencia, ¿qué ciencia? Sí, ciencia. La ciencia es un pesado tanque que aplasta toda flor artística que encuentra.
Los números de la naturaleza, ese maldito número áureo, ¡métanselo por donde les quepa, científicos de pacotilla!
¡A nadie le importa el número de la naturaleza que os permite imitarla!
¡La belleza es bella porque no se puede explicar!
¡Solo os necesitamos para los misterios de las dobles hélices y de la química del carbono, más allá de eso, no metáis vuestra enguantada mano!
O sí, lo que sea.
¡Qué más da!
Nunca encontraréis vuestras respuestas.

¿Sabéis por qué?
Porque en el mundo hay magia, hay magia en no saber todas las respuestas, y sin eso, vosotros, no seríais nada, y por eso ¡YO NO QUIERO SER COMO VOSOTROS!
Quiero ser una bioquímica sin respuestas. ¡Quiero jugar con bacterias por placer! Quiero imaginar, más que saber, sus posibilidades.
Quiero creer que hay plásmido sin saber si lo hay y quiero esquivar el amoniaco del que me salva la suerte del agua destilada.
Y quien vaya a mi grupo de prácticas, sabe a lo que se refieren estas palabras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡No matemos a los árboles!