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martes, 22 de diciembre de 2009

Llueve



Llueve.


No puedo evitar salir a la calle, con la esperanza de que la lluvia borre los complejos y los restos del fracaso.


¡Qué infinitamente pequeña me siento ante los demás!

Invisible.

Olvidada.

Inexistente.

¿Sabes?

Mis lágrimas regarían la tierra que pisas… si es que alguna vez volviera a llorar.

Me duelen tantas cosas…

Hay dentro de mí una melancolía incendiaria que hace arder todo lo que toca, que prende la mecha de la ira.

Un afán de destrucción oculto entre dulces palabras y buenas maneras.

No deberías ser tan confiado, ni pedirme cosas que no puedo darte.

Soy cambiante como el viento, y nunca te amaré del todo.

Ni siquiera te has ganado mi respeto.

Pero tú te empeñas en vivir siempre recogiendo mis pedazos.

O te empeñabas.

Hace tiempo que ya no lo haces.

Ahora, los triunfos se convierten en derrotas secretas, y se me han quitado las ganas de avanzar.

Porque haya lo que haya al otro lado del muro, estoy segura de que no va ser muy diferente de lo que dejo atrás.


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