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lunes, 16 de febrero de 2009

La luz de mi vida II

Debido a la gran aceptación de la 1ª parte... Señoras y señores, allá va la 2ª... Advertencia: Todavía no es el desenlace, paciencia...


-Bueno, ¿y dónde…?
La voz del megáfono ahogó mis palabras.
-Tengo que irme. Ha sido un placer, Aarón. Hasta mañana.
La vi marcharse con el corazón encogido. Esta línea de tren dejaba de funcionar el fin de semana y no la vería hasta el lunes.
Me pasé el fin de semana en casa, encerrado. Mis amigos estaban liados con los exámenes y yo estaba francamente aburrido. En ese momento me gustaría haber suspendido alguna asignatura con tal de tener algo que hacer.


El lunes casi me lancé al vagón del tren.
De las prisas me llevé a una chica por delante. Caímos juntos y ella se golpeó la cabeza contra el suelo.
Era Sara.
Se había cambiado el color del pelo, dejándolo en un negro mate, y llevaba una falda escocesa roja, que variaba su atuendo negro.
-Hola. –Se había llevado la mano a la zona dolorida, y su sonrisa era más bien una inocente mueca de dolor.
-Perdóname, yo no quería…
-No pasa nada, ha sido un accidente. –Sin decir nada, pasé el brazo por sus hombros y apoyé su rostro en mi hombro. Yo no sabía que decir. -¿Qué…? Gracias.
Ella cerró los ojos y se dejó abrazar. Parecía necesitarlo. No dijimos nada durante todo el viaje. Cuando llegamos a su estación se separó suavemente de mí y me sonrió.
-Hasta mañana. –Una sonrisa bobalicona se quedó en mi rostro. Era perfecta, una auténtica princesa. Aunque seguramente no se pondría nunca un vestido rosa de seda para un gran baile ni dejaría que la salvaran.


El martes llegué antes que ella a la estación. El tren estaba a punto de marcharse cuando entró. Me di cuenta de que nunca parecía tener prisa. La vi ponerse de puntillas y girar la cabeza de un lado a otro, buscándome con la mirada. No era muy alta; a decir verdad, era tan pequeña que era difícil distinguirla a través de la multitud. Me llegaría, más o menos, por los hombros, pero su delgadez la hacía elegante y estilizada.
-Hola. –Estaba contenta y su sonrisa era tan amplia que me deslumbró. -¿Qué tal el fin de semana? El lunes se me olvidó preguntártelo.
Por la forma en que en hablaba cualquiera creería que éramos amigos de toda la vida. Ojalá.
-Bueno, un poco aburrido, ¿y el tuyo?
-No estuvo mal, pusieron un par de películas buenas en la tele.
-¿Cuáles?
En ese momento empezó a hablar y no paró. Perdió la vergüenza y me di cuenta de que era simpatiquísima. Teníamos muchas cosas en común, entre ellas las carreras de coches y la lectura. Nunca pensé que podría hablar tanto con una persona. Como siempre, el trayecto se me hizo muy corto y en seguida nos tuvimos que despedir.
Nos dimos los teléfonos, pero por la tarde no me atreví y ella tampoco me llamó.

4 comentarios:

  1. me resulta familiar.
    esta muy bien es divertido ver una istoria desde otro punto de vista

    de la unica persona en q confias

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  2. me gustan ambos son muy buenos, pero todo lo romantico q escribes es desde el punto de vista de un tio, es estraño

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  3. A ver, para evitar confusiones:

    Las dos partes es lo mismo, solo que es la continuación...

    Es que era tan grande que no lo puede poner entero y lo partí en tres...

    ¿Y qué pasa? Que los tios no tenéis sentimientos?

    Porque el merodeante nocturno no es el más apropiado para hablar...

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  4. Es curioso si, pero a la vez atractivo ya que es facil que una mujer escriba sus sentimientos, pero que una persona escriba los sentimientos del sexo opuesto crees que seria facil?, lo pregunto porque nunca lo e intentado pero creo que por lo menos ami no me resultaría agradable...Persephone, como siempre.GENIAL.

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