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martes, 6 de septiembre de 2011

Extraños en el jardín V [Opción A] (Votos en tuenti y facebook)

¡Tras meses de espera, por fin me ha venido la inspiración! Aquí tenéis. Extraños en el Jardín V.
¡Que lo disfruten!


Mejor mirar primero para atenernos a lo que pudiera llegar.
Me puse a mirar por el telescopio, toda intrigada, ardiendo en deseos de saber qué era esa sombra en la oscuridad.
¡Ahí estaba!
¡Era una persona!
¡Y llevaba una cuerda!
¡Oh, Dios, tenía que darme prisa!
Agarré todo el equipo y bajé corriendo las escaleras a toda velocidad, a punto de chocarme con algo junto a ellas.
-¿A dónde vas, Shira?
Eran los mellizos, con sus camisones al estilo victoriano, como si fueran los niños muertos de alguna película de terror.
-A... a... ¡A dar un paseo!
-Ya. Ya. -Dijeron con sus vocecitas infernales. -¿Lo sabe Paoleo?
Ahí me habían pillado. Criaturitas demoniacas...
-Bueno, yo...
-Si nos llevas, no le diremos nada a nadie. -Dijo Tami.
-A nadie. -Repitió Nami, abrazando su peluche sin ojos tiernamente.
Los mellizos eran muy capaces de despertar a Paoleo para que me fastidiara la emoción, así que los cogí de las manos y eché a correr, deseando poder capturar al acosador.
Para ser tan pequeños, seguían mi ritmo sin dudar.
Corrimos por el bosque, en silencio, hacia donde había visto la sombra por última vez.
Cuando llegamos allí, todo estaba en calma.
Me llevé el índice a los labios, pidiéndoles que no se movieran y me confundí entre los árboles.
No debí haberlo hecho.
De pronto una sombra me saltó encima y me agarró de la capucha, capturándome.
-¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?
Esa frase de ligar que se pasó de moda en los ochenta sonaba de violador total allí, en la oscuridad.
A ver qué se me ocurría...
-Umm... ¿Pasear?
No había colado, estaba claro.
Me hizo una llave y me cogió del cuello, atrapándome.
-Mala suerte. No es una buena noche para pasear.
-Ay, virgencita mía, que yo no he hecho nada malo... -Comencé a lloriquear, tratando de hacer que me compadeciese.
Pero nada.
Qué tío más borde.
-Dí tus últimas oraciones. No debiste salir esta noche.
Estuve a punto de rezar. A puntito, sí, sí, pero mi violacosador cayó fulminado al suelo de repente.
Me giré con pánico, creyendo que me iban a matar a mí también.
Una gota de sangre me cayó en la nariz.
-¡AAAAAHHHHHH!
-No chilles. Nos van a pillar.
Antes de desmayarme, vi el pelo rubio de mi vecino inexpresivo, que tenía la facultad de estar en todos lados cuando se le necesitaba.
-¡Ah! ¡Jordan!
Entre las ojeras del sueño, la metralleta de pintura y el chicle, parecía un soldado americano preparado para el combate. Me dejé caer al suelo, repentinamente sin fuerzas tras el susto.
Le había dejado inconsciente con un golpe de la culata.
-Estás pálida. -Observó, mirándome con su habitual tranquilidad.
-¡Me has dado un susto de muerte! -Le espeté, empujándole.
Se me quedó mirando, mascó el chile una vez, dos veces y se encogió de hombros tranquilamente.
-Qué divertido, hermana. Tienes novio. -Susurraron los mellizos, como espectros en la oscuridad.
-N-No... ¡No es mi novio! -Mascullé, sonrojándome.
-Puedo serlo si quieres. -Musitó Jordan con aire sexy.
-¡¿Qué?!
-Qué me digas qué hacemos con este.
Qué malas pasadas me jugaba la imaginación.
Me puse en pie con ayuda de Jordan y me quedé mirando al tío inconsciente.
Con pasamontañas y todo iba, qué equipo, señor.
Miré a Jordan, esperando a que él decidiese.
Sus opciones fueron:
-Bueno, podemos dejarle aquí, como si no lo hubieramos dejado roque. O podríamos llevarlo a mi sótano, atarle e interrogarle.
Ambas cosas se veían tentadoras, pero...
¡¿Qué debo hacer?!


Opción A: Ponemos pies en polvorosa y volvemos a la camita, que es donde deberíamos estar.
Opción B: ¡Secuestro! ¡Secuestro! (¡hacedme los coros, vamos!) ¡Secuestro!


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