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viernes, 24 de febrero de 2012

Con los ojos cerrados


Cuando tienes los ojos cerrados a la realidad, lo más fácil es que te choques contra un muro.
Contra cualquier muro.
Cuando vives con los ojos cerrados, no sabes si alguien ve o no tus lágrimas,
te pierdes cientos de atardeceres,
no sabes dónde están los demás.
Con los ojos cerrados, todo es oscuro menos la luz del sol,
que te ciega,
y es fácil que la música en los auriculares impida
que cualquier otro sonido llegue a ti.
Con una venda en los ojos, nunca sabes dónde estás
ni a dónde vas,
no sabes si te engañan o te dicen la verdad,
tienes miedo
y tropiezas a cada paso.
Con los ojos cerrados no se avanza,
se retrocede.
Los otros te empujan y te apartan de tu camino,
cada vez quedas más atrás.
A nadie le importas,
porque solo eres una piedra en el suelo.
Estás solo.
Solo dentro de ti mismo.

                                 Y eso es lo más difícil de afrontar.

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