Páginas

martes, 22 de marzo de 2011

El aroma que no se puede encontrar en ninguna parte 9

No, una pista de patinaje no, LA pista de patinaje.

¿Cuántos años habían pasado desde que no había pisado el hielo en el que había dejado correr mi infancia?

¿Seguiría mi entrenador enseñando en esa o se habría retirado ya?

-Neil… Vámonos.

-No.

Había una cosa que tenía clara en este mundo: no quería saberlo.

No quería a volver a pasar por el trago de pisar el hielo una vez más.

Tiré de su mano con fuerza, intentando echarle atrás, pero era un chico mucho más fuerte que yo, y al final pasó, obligándome a seguirle.

Cerré los ojos, negándome a afrontar la realidad.

-Ya no eres una niña. Eso no funcionará. –Me recordó Neil con sabiduría.

-Sí, pero al menos puedo intentarlo. –Repliqué, acurrucándome en su espalda para no ver nada más.

-Vamos, no te hará daño dar un par de vueltas.

-No. –Me negué, rotundamente.

-No va a pasar nada malo. –Intentó convencerme.

-No quiero volver ahí otra vez. –Me empeciné, conteniendo las ganas de llorar.

-Tarde o temprano tendrás que encarar lo que pasó. Así que… mejor temprano.

Neil utilizó toda la paciencia que tenía para hacer que abriera los ojos y me dejara poner los patines, y lo hizo todo el rato con una dulce sonrisa.

Cuando tiró de mí hacia la pista, los recuerdos regresaron con fuerza, pero no me dejó pensar.

Me cogió de la mano y se puso a patinar, obligándome a moverme o a caer en el intento.

Mis piernas aún recordaban qué hacer, por lo que no perdí el equilibrio.

Me di cuenta de que no me resultaba tan difícil como creía después de tantos años.

-¿Cómo se siente? –Me preguntó, ansioso por saber la respuesta.

-Ligero… -Respondí, sin notar apenas como iba aumentando la velocidad.

-Bien, eso me gusta. –Se puso frente a mí y empezó a patinar hacia atrás, con más destreza que un principiante normal. –Ahora salta.

Mi cuerpo se agarrotó y mis piernas fallaron, precipitándome al suelo.

Pero no lo llegué a tocar.

Los brazos de Neil estaban allí para sujetarme y aportarme seguridad.

-No es difícil; no para una tricampeona nacional. Tómate el tiempo que quieras, pero hazlo. –Insistió, con más firmeza de la que podía soportar.

-Vale, lo intentaré. –Cedí al final, dejándome llevar por su energía.

Cerré los ojos y tomé aire, soltando su mano.

-Estaré ahí para cogerte si caes. –Me hizo saber con una sonrisa cargada de fuerza.

Tomé impulso, todo el que pude, y salté.

El aterrizaje, lo más difícil, no salió tan limpio como quería, pero al menos no caí al hielo.

Los aplausos de Neil y sus silbidos de ánimo me hicieron sonreír.

-Un axel. –Pidió con las manos entrelazadas, como implorando.

-Pero… -Comencé a decir, siendo inmediatamente cortada por él.

-Pero nada. Puedes hacerlo.

Sería complicado teniendo en cuenta que mi pierna izquierda, la del aterrizaje, estaba muy lastimada incluso después de la rehabilitación, pero no me estaba pidiendo un imposible.

Ahí sí que necesité fuerza y coraje para liberarme del miedo y saltar.

Hice que mi cuerpo girara, sin preocuparme de cuantas veces lo hacía, y me concentré en la caída.

Pero mi cuerpo se desequilibró, y vi mis huesos partidos contra el hielo de la pista durante una décima de segundo en mi mente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡No matemos a los árboles!