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lunes, 24 de septiembre de 2012

La vida en la universidad, ¿ventajas?

Hola, mis desconocidos seguidores.
Os tengo más abandonados que a una tostadora en el Polo Norte, lo sé.
Y sí, sé también que serían realmente útiles allí teniendo en cuenta que no hay pescadito que se precie al que no le peguen bien un par de tostaditas recién hechas, pero la electricidad es algo que escasea últimamente por esos lares y más aún con la crisis, que los fotones están explotados corriendo de aquí para allá y no tienen tiempo de subir al norte.



¿Y por qué escribo esto si sé que da lo mismo lo que publique?


Pues porque con alguien tendré que desahogarme, digo yo, ¿eh? ¿Eh? ¿EH?
Reconócelo, pillín, a menos que subiera a la Esperanza Aguirre en bragas (en bragas no, pero casi, ni se te ocurra pinchar aquí) ni un vistazo le echarías a este blog.


Ojalá pudiera hacer eso para desahogarme pero qué le vamos a hacer -->


Y es que vengo a hablaros (o a hablarme, más me parece) de mis primeros días en la universidad.
Para quien no me conozca, soy una alegre chica de pueblo que jamás ha pisado calle transitada por más de 20 personas, y mira por dónde he acabado en Madrid, y no, no es la ciudad de las luces como me dijo alguien un pelín desubicado, sino la ciudad del Metro y los trenes, trenes en todas partes, imprescindibles para comer, beber e incluso respirar.
Y no es que viva en pleno centro (eso es para ricos, me parece a mí), sino que estoy dentro del adorable campus de la Autónoma, en una residencia, más concretamente.
La gente te vende la vida universitaria como el desmadre padre.
La mejor época de tu vida.
"Ya verás qué bien te lo pasas, hija mía."
Pero se les olvida comentar un par de cosillas:
  1. Estás más solo que la una, en medio de ninguna parte, con el tren y el autobús como único medio de transporte, es decir, estás sujeto a sus horarios, lo quieras o no, y antes de las 23:30 a casita, que si no te quedas en la calle. (Y bien os lo puedo decir que estuve a puntito de dormir en Chamartín, con las urracas y los ratones [hay muchas urracas en este campus, es una cosa que nunca entenderé])
  2. La gente va a su puta bola, como es natural, porque campus o no, esto es Madrid City, y aquí o te asas las castañas tú solito o te jodes, aunque te tengas que construir un horno solar con tus propias manos y los cristales de esas gafas chorra que jamás te has puesto. ¿Y en qué se traduce ir a su puta bola? En que da igual lo simpático, maravilloso y adorable que seas, si eres yo, que es mi caso, todo intento de conversación queda frustrado pronto por la cara de muermo/aburrimiento que te pone el compañero. Hasta aquí todo bien, ¿eh? Porque si recordáis el punto 1, estás solo en mitad de la nada y los pocos pobladores de este campus de ratas de laboratorio y otros especímenes, a nadie le importa una mierda lo solo que estés.
  3. Carecemos de servicios básicos como supermercado/tienda/algo. Por suerte, a una parada de cercanías, lo tienes solucionado, pero eso nos lleva al punto nº 4, que es...
  4. ¡¡¡¿Habéis visto lo caro que es viajar en Metro?!!! ¿Se piensan que el dinero crece de los árboles o qué? Por si la indiferencia madrileña te había dejado algún conocido, ¡¡¡el tren te lo quita porque ni siquiera le puedes ir a ver!!! ¡¡Voy a tener que vender mis pulmones de no fumadora a cambio de un metrobus a este paso!!
Y en realidad, dado el estado de depresión y rabia en el que me encuentro, podría seguir despotricando, pero es mejor que no.
¿Por qué?
Porque tarde o temprano me acostumbraré, digo yo, ¿no? ¿No? ¿NO?
Porque yo, sinceramente, empiezo a dudarlo.
Estas dos semanas han sido un completo caos, en el que no sé ni dónde estoy, ni qué hago ni por qué mis huevos tienden a explotar cuando los meto en la sartén, eso es un completo misterio.
Sí, Madrid es la tierra de las oportunidades a la española.
Y como buena tierra de oportunidades, algún problemilla tendría que tener (contaminación a parte, las lluvias radiactivas casi son lo de menos), ¿no?
Ah, se me olvidaba lo siguiente:

      5.    Mi residencia restringe el internet, así que nada de cometer ilegalidades estilo bajarme una canción o un vídeo.
¿Pero qué es esto? ¿Guantánamo?
Venga, poned cristalitos en la parte de arriba de las tapias para que no podamos escapar, señores.

Aunque en realidad estoy genial, me quejo de vicio (guiño).
Además, llevaba mucho tiempo sin escribir gilipolleces que a nadie le importan, ¿qué más da?
Mi obra de teatro ha sido un auténtico fracaso, mis esperanzas como escritora cada vez son más pequeñas y la tortilla que me he hecho ha salido asquerosa y todavía no sé en qué la he cagado.
Mi siguiente problema será cómo recargar el móvil, dónde encontrar una puñetera carpeta de anillas y la alineación de Marte y Saturno para mi próximo horóscopo.
En fin, amigos deprimidos, creo que echo el cierre y me marcho.
Un saludo desde la universidad, ejem ejem pringaos.

2 comentarios:

  1. Wuaaaaa, deprimente donde los haya.
    ¿Te mejoró un poco anímicamente la charla de anoche después de que escribieras esto?
    Bueno. No sé donde andas pero aquí ando yo...(Intentado demostrarle a tu blog que no soy un puto robot)

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  2. No te preocupes que te acostumbrarás! Y da gracias que no vives en las "afueras de la capital", prueba a mirar lo que valen el B2 o el B3 ;) Suerte! Y sigue asi, me gusta como escribes

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¡No matemos a los árboles!