Y el caso es
que desperté… yo sola.
Mi otra yo
desapareció y nunca más volví a oír su voz.
Recuerdo que
lo primero que hice fue taparme los ojos con las manos y llorar, llorar durante
horas sin ninguna explicación, como si necesitara vaciarme de alguna clase de
veneno enquistado en mi interior.
No es fácil
desprendernos de golpe de una parte de nosotros mismos, incluso aunque esa
parte no nos guste del todo.
Aunque no
puedo decir que la otra Kate no me gustase.
Al principio
no podía mirar a mis padres a la cara.
Tenía la
sensación de que había matado a su hija, pero no creí que fueran a entenderlo,
aunque se lo explicara.
Mientras
estaba haciendo la rehabilitación, recibiendo visitas y flores que no quería
recibir, me di cuenta de que no me sentía del todo feliz con lo que me rodeaba.
No por mis
padres, sino por todo lo demás.
Nadie se dio
cuenta de que la otra Kate había muerto y, en cierto modo, me costó admitir que
yo era la única que lo sabía.
La única que
estaba de luto por mí misma.
“Esa” Kate
no tendría un funeral, nadie que la llorara ni le rindiera tributo… No tendría
una despedida decente de este mundo.
Eso me
apenaba y me enfurecía, como si el hecho de no tener cuerpo la hiciera
invisible para el resto del mundo excepto para mí.
La gente
creyó que mi cambio de personalidad se debía al accidente y no hicieron
preguntas.
Nadie sabía
nada.
Nadie quería
saber nada.
Después de
unos meses de rehabilitación, me dieron el alta y lo primero que pedí fue una
mudanza.
No podía
volver a vivir la vida que habíamos construido “ella” y yo juntas, entre las
dos.
Haciendo las
cajas, guardé muchas de “sus” cosas en una caja que nunca abrí de nuevo ni
tiré. Tenía la sensación de que era lo mínimo que podía hacer por quien había
vivido conmigo en mí y me había dado la libertad.
Poco después
de mudarnos nació el bebé y comenzamos una nueva vida.
Era una
niña, preciosa, a la que llamaron Judy por no sé qué abuela.
A mi otra yo
le habría encantado, toda rosita y sonrosada, llena de volantes y flores por
todas partes.
Pasé muchas
horas con ella, jugando o mirándola mientras dormía, algo que llenaba mi vacío,
hasta que llegó un momento en el que se cerró.
Con el
cambio de aire conocí a mucha gente, creé un mundo nuevo a mi alrededor, fui yo
misma por primera vez en mi vida.
El caso es
que me hice especialmente cercana a uno de mis vecinos, un chico de mi edad
algo descarado que se llamaba Sharon.
Sí, sus
padres le pusieron el nombre creyendo que era una chica. Quizás fue por eso por
lo que me acerqué a él, porque me hacía gracia su forma de ser y de vivir, a lo
despreocupado.
Tenía un
hermano pequeño, Robin, de la edad de Judy, así que nos encontrábamos todas las
mañanas cuando los llevábamos al colegio.
-Tata… -Así me llamaba Judy, que
tenía tres años y trataba a marchas forzadas de aprender a hablar. Me recordaba
mucho a la otra Kate en su forma de hablar, con esa candidez inocente que la
hacía parecer una niña un poco ingenua.
-Dime.
-Cógeme eza flor…
Y le
encantaban las flores. Yo había comenzado a arreglar una pequeña parcelita del
jardín solo para que ella jugara. Al menos los intereses de la otra Kate
servían de algo.
-Hola, florecitas del campo.
¿Necesitan la ayuda de un valiente caballero como yo? –Y así hacía su entrada
Sharon todas las mañanas, con su hermano de la mano y una pose seductora a la
que solía responder riéndome de él en su cara.
-No recuerdo haber solicitado los
servicios de ningún superhéroe de pacotilla. –Le respondí, haciendo gala de mi
sátira.
-Vaya… Me ha pisado usted la excusa,
señorita. –Replicó, sacando una flor de la nada que acabó, indudablemente, en
el pelo de Judy. –De todos modos, a usted no le gustan las flores, ¿verdad?
-Afirmativo. –Dije con un amplio
bostezo que Sharon aprovechó para ponerme una piruleta en la boca.
-Toma, un dulce, a ver si dejas de
ser tan ácida.
-Mira quién fue a hablar… Anda,
métete en agua, que te sobra salero… -Mascullé, fingiendo estar ofendida
mientras me adelantaba.
-Venga, Kate, que era una broma…
La verdad es
que me encantaba tenerle detrás… Era un chico muy simple… Bueno, como todos,
pero era de los pocos que entendía mi humor y con el que podía salir por ahí
con tranquilidad.
Además, iba
a mi universidad, así que me acercaba a veces en la moto…
Sí, no he
escarmentado mucho desde el accidente…
El caso es
que la reacción normal ante esas situaciones era comenzar una pelea amistosa
que siempre ganaba yo, que acababa con la graciosa reprimenda de Judy.
Pero al
parecer, ese no era un día como los demás, porque Sharon me sacó la piruleta de
la boca, me cogió por la cintura y me besó.
Judy y Robin
no se dieron cuenta de nada, y casi lo agradecí, porque estaba completamente…
¡alucinada!
-¡Sh-Sharon! ¿Qué…?
Sharon se
sonrió y miró a ambos lados, besándome otra vez, por si no estaba lo
suficientemente avergonzada y fosforescente…
Se relamió y
me sonrió, como si hubiera hecho la mejor carrera de su vida, diciendo:
-¿Eso es un sí?
-¡Por supuesto que no! –Respondí
cuando recuperé el juicio y vi lo que había hecho, alcanzando a Judy y Robin.
-Venga, sal conmigo. Tengo moto,
saco buenas notas, nuestras familias se llevan bien, nos conocemos de hace
mucho… ¿Acaso hay un mejor pretendiente en la zona o qué?
Por
respuesta le di un carpetazo en la cara que lo dejó fuera de combate y tuve una
salida tan triunfal que me sorprendió no escuchar trompetas ni tambores a mi
paso.
-¡Vámonos, Judy!
-Pero tata… Eztas muy roja… ¿Te haz
quemado?
-¡N-No estoy roja, maldita sea! ¡No
estoy roja en absoluto!
Grité eso lo
suficientemente alto como para me oyera, y el caso es que pasé una semana sin
dirigirle la palabra.
Pero Sharon
era persistente. Al final fue él el que ganó la partida, por insistencia más
que otra cosa.
En otra
línea de cosas, acabé en medicina y me especialicé en psiquiatría.
Cuando más
aprendía sobre el tema, menos explicación le daba a mi desdoble y a la
presencia de la otra Kate, y cuanto más crecía Judy, más me daba la impresión
de que “ella” se había convertido en mi hermana.
Puede que
fuera solo un deseo, una impresión, una necesidad… no sé.
También me
parecía que Robin era Mathew y que al final tenía razón, que siempre hay una
segunda oportunidad.
Quizás es
solo que necesito pensar que “ella” no murió aquel día, que no se sacrificó por
mí, sino que encontró su verdadero destino.
Sí, prefiero
pensar que “ella” está aquí conmigo, de algún modo.
Que yo soy
Kate y “ella” es Judy y así es como tiene que ser.
No creo en
el alma.
No hay nada
después de la muerte.
Puede que mi
mente trastornada creara a esa Kate y que el accidente me devolviera la cordura.
O puede que
sea ahora cuando estoy verdaderamente loca.
Ya no puedo
volver atrás. No lo pretendo.
Disfruté
aquel momento y me llevo el recuerdo de lo que esto significó para mí, la
consciencia de que tuvimos una segunda oportunidad y de que tras la línea que
ambas compartíamos ahora solo quedo yo… Porque ella ha encontrado su propia
línea, su propio equilibrio… Porque ya no seremos voces invisibles escondidas
en la oscuridad.
Bien, supongo que esto no hace mas que confirmarme que odio los finales. Debo decir, que lo que ha vivido Kate, la voz en la cabeza, puede que haya sido lo que no se esperaba. Que ella era y fue siempre la verdadera Kate y que la otra, la niña, fue por así decirlo la "inocencia" en un momento de crisis. En esta vida debe haber siempre una "oposición" que equilibre la balanza, porque si no muchos enloquecerían en situaciones como la que vivió Kate. Mas todavía cuando su prometido se suicido por "culpa" de ella. Hay veces en la vida en que sentimos que algo ha muerto dentro de nosotros, pero nunca lo sabemos el que es. Kate si que lo sabe: Sabe que esa parte inocente, esa parte que vivía con la ilusión de despertar de ese infierno y vivir la vida, había muerto. Lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Que pasa cuando la parte optimista, la inocente, la alegre... muere? ¿Significa eso que la situación es tan grave que hasta el optimista se rinde? Como dice la canción: "La vida te da sorpresas, sorpresas te la vida". Pero incluso cuando el optimismo muere, siempre podemos apelar a nuestras propias fuerzas. La vida, por así decirlo, le da una segunda oportunidad con Sharon (Me parece un nombre unisex, como Rosario), Robin (¿De los bosques? xD) y Judy (Olé, en plan Judy Nails xD). Quizá, quizá aquellos personajes son en realidad personas normales y corrientes pero Kate necesita verlos como Matthew y Kate por la necesidad de remediar sus "errores" que ella mismo cargo al hombro. A veces, debemos engañar a nuestra propia mente para poder hacer las cosas con la mayor buena intención posible. Ella sabe que intentara ser feliz, como deseaba la otra Kate. Parece que llevar una vida como Kate hubiera deseado es la mejor forma de recordarla y rendirle un tributo. En fin, me ha encantado estas 16 entradas de Inside. Porque en fin... Nunca sabemos como sera estar tras la linea a menos que llegue el momento de experimentarlo xD
ResponderEliminarSolo me queda decir... buena entrada y un saludo para ti!!! xD