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miércoles, 27 de abril de 2011

Extraños en el jardín I

Buenas! Os acordáis de Shira (La curiosidad...), ¿verdad?
Como pedisteis otra historia, aquí la tenéis.
Ya sabéis, a disfrutarla y a votar en la encuesta.
¡Hasta la próxima semana!



Hola a todos.
Shira retransmitiendo desde su cuarto, porque… todo es taaan… aburridoooo.
Desde que se desveló el misterio de mis nuevos vecinos no hay absolutamente nada interesante en el barrio, y necesito inspiración.
¡Ya! ¡Que pase algo!
Todo está muy mustio hoy día. No tengo exámenes, Tiki se ha ido de excursión con sus compañeros de trabajo y todos mis amigos están en medio de las intensísimas recuperaciones de primavera.
No me apetece jugar a los “médicos y enfermeras” con Tami y Nami, porque siempre me toca hacer de muerta a la que diseccionar, así que todo despejado.
Marion está inmersa en sus prácticas de cosmetología (si es que eso existe) y Paoleo acaba de estrenar su super máquina de entrenamiento muscular completo MEGATRON.
Ese día tan aburrido decidí asomarme a la ventana por pura casualidad, justo a tiempo para ver como mi vecino, el famosísimo actor Martin Stacone, entraba por sorpresa al interior de la tierra por un agujero salido de la nada.
¡Bien, problemas!
-¡Señor Stacone! –Grité desde la ventana, agitando la mano aunque no me viera.
-¡Estoy bien, ratita! –Me contestó desde alguna parte del suelo, abajo, a un montón de metros de distancia. –No sé cómo he llegado aquí, pero necesito ayuda.
Si no sabía cómo había llegado ahí, esa escena no era parte de la película.
Siempre que hay alguna historia interesante, Shira debe estar cerca.
Corrí a toda velocidad escaleras abajo y casi me trago la barandilla de la fuerza que hice al saltar.
-¿A dónde vas? –Preguntaron unas siniestras vocecitas vestidas de médico y enfermera, con su sierra y su bisturí de plástico y todo.
-De paseo. –Respondí, mirando las manchas de tomate de sus batitas blancas con cierta aprensión.
-¿No quieres jugar con nosotros? Hoy hacemos operación a corazón abierto.
-No, lo siento mucho, pero no puedo. –Me excusé, oyendo los chasquidos gemelos de decepción de mis “tiernos” hermanitos, Tami y Nami.
-Ya. –Se dieron la vuelta a la vez, caminando al unísono sin que sus pequeños pasos se oyeran. –Paséate bien, hermana.
Salí corriendo a toda velocidad, esperando que el vecino todavía estuviera dentro del hoyo.
-¿Ratita? –Escuché al acercarme al borde con precaución. –Debe haber una cuerda por ahí en casa. Llama a los chicos para que la traigan.
Asentí, rumiando la información que acababa de recopilar en la cabeza.
Ese pozo no parecía natural. Se notaban claramente las marcas de la pala y la hierba falsa esparcida por los bordes.
Sospechoso.
Justo antes de entrar a la casa, oí un susurro de hojas a pesar de que no hacía nada de viento.
Cuando me giré, casi creí ver una sombra en el bosquecillo al que daba la parte de atrás de la casa de los vecinos.
Umm… ¿Qué debo hacer?


Opción A: Investigo a ver si son imaginaciones mías o no, y que el vecino se espere, que el pozo debe ser muy cómodo.
Opción B: ¡Tengo a un hombre dentro de un hoyo! Primero la cuerda y luego ya si eso investigo.

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