Páginas

lunes, 14 de junio de 2010

El melocotón


Es algo raro.

No me gusta el melocotón (¿o era el albaricoque? No soy buena en esas cosas, X3).

El sabor, me refiero.

Sobre todo cuando llegas cerca del hueso, que empieza a amargar.

Cuando llego a esa parte entiendo porque la gente dice que los momentos tristes son momentos amargos.

Es algo realmente penetrante, desagradable, que tarda en marcharse de tu boca.

¿Cómo la tristeza quizás?

Pero… hay algo que me gusta.

Su olor.

Es algo dulce… ¿inocente, quizás?

Me recuerda a las flores… o a los colores pastel.

¿Un rayo de sol entrando por una ventana mientras comes algo en la cocina?

El sonido seco y corto de una tecla de piano, quizás.

Y su tacto… eso sí que es raro.

Si te lo pasa por la piel o por los labios, es tan suave como seda, una caricia tan leve… recuerda mucho a la piel humana, ¿a que sí?

Pero si lo lames se vuelve desagradable, como papel.

Es como lamer una pelota de tenis.

Me hizo mucha gracia cuando lo descubrí, porque no me lo esperaba.

Es como esas otras cosas que nunca son como las esperas, porque no las has visto, sentido o conocido como deberías.

Y el color del melocotón (o el del albaricoque; personalmente creo que es lo mismo pero con diferente tamaño) es también muy agradable.

Me recuerda a los bebés, quizás.

¿Quién me iba a decir que un melocotón pudiera ser tantas cosas?

P.D: aunque reitero lo dicho, el melocotón como fruta no me gusta para nada ‘^>^’

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¡No matemos a los árboles!