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lunes, 31 de agosto de 2009

El final del camino

Es el final del camino.

Un camino en el que ya no podemos acompañarte,

y sin embargo,

tu partida se hace cada vez más difícil

y el dolor más fuerte.

Ya no hay vuelta atrás,

y el hecho de no volver a verte

nubla nuestros días con grises retales.

Hay frío en nuestros corazones

y lágrimas en nuestros ojos.

Tu nombre sabe ahora a sangre y a sal,

y nos duele.

Los cipreses de tu pueblo se inclinan,

tristes porque te marchas,

sin una breve despedida,

sin un solo suspiro inerte.

Las luces de fiesta se tiñen de sombríos colores,

y lloran,

porque ya no bailarás bajo sus flores.

Lo único que nos queda es saber que,

por muy lejos que esté tu alma,

tú sigues en nuestros corazones,

grabado con tinta y nuestra propia sangre.

Que tu nombre baile en el viento cada agosto,

el día veinte,

y que tu recuerdo no se borre, porque mientras se te recuerde,

no será completa tu muerte.


A César. Los que te quieren nunca te olvidan.


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