Páginas

sábado, 29 de septiembre de 2012

Dormida


Ahora que estás dormida...
Ahora quiero besar tu frente y acariciarte, 
porque despierta nunca me dejarás.
Quiero estrecharte muy fuerte para estar seguro de tu existencia.
Date cuenta de lo que siento.
Por favor, date cuenta de que existo.
Ahora que no me ves...
Ahora quiero descubrir a qué huele tu pelo, 
cogerte la mano y besar cada falange de tus dedos y rendirte culto eternamente.
Siempre sueño con tu cintura, con tu manos, con tu voz...
Y siento ganas de llorar porque tu sonrisa no es para mí.
Te quiero y no importa que ni siquiera sepas que existo.
No me importa morir por tu amor, esperando que algún día te despiertes y quieras ser mi princesa.


Hola. Si la foto te ha llegado a la patata, que sepas que soy yo y estoy cogida, pero gracias por tu atención. Si no... ¡desaprensivo sin corazón! ¡Tú has visto lo mona que es esta ricura! Desde luego... ¡No tienes ojos en la cara!
...
Esto...
Ignoradme y disfrutad de mi patética poesía.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

Hueco


Hay un hueco, un vacío, un agujero.
Hay silencio, un minuendo, un staccato.
Hay una conversación fantasma, una nota evanecida, un temor vibrando.
Hay una foto vacía, un verso en blanco, un soneto inacabado.
Hay una ausencia.
Me falta algo.
Hay ventanas cerradas, puertas abiertas, encierro.
Hay frío, trémulas sombras, hay miedo.
Hay cristales en el suelo, polvo en los estantes, sangre en los cajones, ruido.
Hay una taza a medias, un cigarrillo apagado, un desayuno incompleto, sueño.
Hay una ausencia.
Me faltas tú.


Por si nadie se ha dado cuenta, el dibujo lo he hecho yo. No es que dibuje muy bien, pero se nota bastante, y por si las dudas, lo confirmo. No tiene nombre, así que si a alguien se le ocurre, puede comentar ahí abajo con alguna idea interesante.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La vida en la universidad, ¿ventajas?

Hola, mis desconocidos seguidores.
Os tengo más abandonados que a una tostadora en el Polo Norte, lo sé.
Y sí, sé también que serían realmente útiles allí teniendo en cuenta que no hay pescadito que se precie al que no le peguen bien un par de tostaditas recién hechas, pero la electricidad es algo que escasea últimamente por esos lares y más aún con la crisis, que los fotones están explotados corriendo de aquí para allá y no tienen tiempo de subir al norte.



¿Y por qué escribo esto si sé que da lo mismo lo que publique?


Pues porque con alguien tendré que desahogarme, digo yo, ¿eh? ¿Eh? ¿EH?
Reconócelo, pillín, a menos que subiera a la Esperanza Aguirre en bragas (en bragas no, pero casi, ni se te ocurra pinchar aquí) ni un vistazo le echarías a este blog.


Ojalá pudiera hacer eso para desahogarme pero qué le vamos a hacer -->


Y es que vengo a hablaros (o a hablarme, más me parece) de mis primeros días en la universidad.
Para quien no me conozca, soy una alegre chica de pueblo que jamás ha pisado calle transitada por más de 20 personas, y mira por dónde he acabado en Madrid, y no, no es la ciudad de las luces como me dijo alguien un pelín desubicado, sino la ciudad del Metro y los trenes, trenes en todas partes, imprescindibles para comer, beber e incluso respirar.
Y no es que viva en pleno centro (eso es para ricos, me parece a mí), sino que estoy dentro del adorable campus de la Autónoma, en una residencia, más concretamente.
La gente te vende la vida universitaria como el desmadre padre.
La mejor época de tu vida.
"Ya verás qué bien te lo pasas, hija mía."
Pero se les olvida comentar un par de cosillas:
  1. Estás más solo que la una, en medio de ninguna parte, con el tren y el autobús como único medio de transporte, es decir, estás sujeto a sus horarios, lo quieras o no, y antes de las 23:30 a casita, que si no te quedas en la calle. (Y bien os lo puedo decir que estuve a puntito de dormir en Chamartín, con las urracas y los ratones [hay muchas urracas en este campus, es una cosa que nunca entenderé])
  2. La gente va a su puta bola, como es natural, porque campus o no, esto es Madrid City, y aquí o te asas las castañas tú solito o te jodes, aunque te tengas que construir un horno solar con tus propias manos y los cristales de esas gafas chorra que jamás te has puesto. ¿Y en qué se traduce ir a su puta bola? En que da igual lo simpático, maravilloso y adorable que seas, si eres yo, que es mi caso, todo intento de conversación queda frustrado pronto por la cara de muermo/aburrimiento que te pone el compañero. Hasta aquí todo bien, ¿eh? Porque si recordáis el punto 1, estás solo en mitad de la nada y los pocos pobladores de este campus de ratas de laboratorio y otros especímenes, a nadie le importa una mierda lo solo que estés.
  3. Carecemos de servicios básicos como supermercado/tienda/algo. Por suerte, a una parada de cercanías, lo tienes solucionado, pero eso nos lleva al punto nº 4, que es...
  4. ¡¡¡¿Habéis visto lo caro que es viajar en Metro?!!! ¿Se piensan que el dinero crece de los árboles o qué? Por si la indiferencia madrileña te había dejado algún conocido, ¡¡¡el tren te lo quita porque ni siquiera le puedes ir a ver!!! ¡¡Voy a tener que vender mis pulmones de no fumadora a cambio de un metrobus a este paso!!
Y en realidad, dado el estado de depresión y rabia en el que me encuentro, podría seguir despotricando, pero es mejor que no.
¿Por qué?
Porque tarde o temprano me acostumbraré, digo yo, ¿no? ¿No? ¿NO?
Porque yo, sinceramente, empiezo a dudarlo.
Estas dos semanas han sido un completo caos, en el que no sé ni dónde estoy, ni qué hago ni por qué mis huevos tienden a explotar cuando los meto en la sartén, eso es un completo misterio.
Sí, Madrid es la tierra de las oportunidades a la española.
Y como buena tierra de oportunidades, algún problemilla tendría que tener (contaminación a parte, las lluvias radiactivas casi son lo de menos), ¿no?
Ah, se me olvidaba lo siguiente:

      5.    Mi residencia restringe el internet, así que nada de cometer ilegalidades estilo bajarme una canción o un vídeo.
¿Pero qué es esto? ¿Guantánamo?
Venga, poned cristalitos en la parte de arriba de las tapias para que no podamos escapar, señores.

Aunque en realidad estoy genial, me quejo de vicio (guiño).
Además, llevaba mucho tiempo sin escribir gilipolleces que a nadie le importan, ¿qué más da?
Mi obra de teatro ha sido un auténtico fracaso, mis esperanzas como escritora cada vez son más pequeñas y la tortilla que me he hecho ha salido asquerosa y todavía no sé en qué la he cagado.
Mi siguiente problema será cómo recargar el móvil, dónde encontrar una puñetera carpeta de anillas y la alineación de Marte y Saturno para mi próximo horóscopo.
En fin, amigos deprimidos, creo que echo el cierre y me marcho.
Un saludo desde la universidad, ejem ejem pringaos.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Inside (Tras la línea) || 16 || Epílogo FINAL


Y el caso es que desperté… yo sola.
Mi otra yo desapareció y nunca más volví a oír su voz.
Recuerdo que lo primero que hice fue taparme los ojos con las manos y llorar, llorar durante horas sin ninguna explicación, como si necesitara vaciarme de alguna clase de veneno enquistado en mi interior.
No es fácil desprendernos de golpe de una parte de nosotros mismos, incluso aunque esa parte no nos guste del todo.
Aunque no puedo decir que la otra Kate no me gustase.
Al principio no podía mirar a mis padres a la cara.
Tenía la sensación de que había matado a su hija, pero no creí que fueran a entenderlo, aunque se lo explicara.
Mientras estaba haciendo la rehabilitación, recibiendo visitas y flores que no quería recibir, me di cuenta de que no me sentía del todo feliz con lo que me rodeaba.
No por mis padres, sino por todo lo demás.
Nadie se dio cuenta de que la otra Kate había muerto y, en cierto modo, me costó admitir que yo era la única que lo sabía.
La única que estaba de luto por mí misma.
“Esa” Kate no tendría un funeral, nadie que la llorara ni le rindiera tributo… No tendría una despedida decente de este mundo.
Eso me apenaba y me enfurecía, como si el hecho de no tener cuerpo la hiciera invisible para el resto del mundo excepto para mí.
La gente creyó que mi cambio de personalidad se debía al accidente y no hicieron preguntas.
Nadie sabía nada.
Nadie quería saber nada.
Después de unos meses de rehabilitación, me dieron el alta y lo primero que pedí fue una mudanza.
No podía volver a vivir la vida que habíamos construido “ella” y yo juntas, entre las dos.
Haciendo las cajas, guardé muchas de “sus” cosas en una caja que nunca abrí de nuevo ni tiré. Tenía la sensación de que era lo mínimo que podía hacer por quien había vivido conmigo en mí y me había dado la libertad.
Poco después de mudarnos nació el bebé y comenzamos una nueva vida.
Era una niña, preciosa, a la que llamaron Judy por no sé qué abuela.
A mi otra yo le habría encantado, toda rosita y sonrosada, llena de volantes y flores por todas partes.
Pasé muchas horas con ella, jugando o mirándola mientras dormía, algo que llenaba mi vacío, hasta que llegó un momento en el que se cerró.
Con el cambio de aire conocí a mucha gente, creé un mundo nuevo a mi alrededor, fui yo misma por primera vez en mi vida.
El caso es que me hice especialmente cercana a uno de mis vecinos, un chico de mi edad algo descarado que se llamaba Sharon.
Sí, sus padres le pusieron el nombre creyendo que era una chica. Quizás fue por eso por lo que me acerqué a él, porque me hacía gracia su forma de ser y de vivir, a lo despreocupado.
Tenía un hermano pequeño, Robin, de la edad de Judy, así que nos encontrábamos todas las mañanas cuando los llevábamos al colegio.
            -Tata… -Así me llamaba Judy, que tenía tres años y trataba a marchas forzadas de aprender a hablar. Me recordaba mucho a la otra Kate en su forma de hablar, con esa candidez inocente que la hacía parecer una niña un poco ingenua.
            -Dime.
            -Cógeme eza flor…
Y le encantaban las flores. Yo había comenzado a arreglar una pequeña parcelita del jardín solo para que ella jugara. Al menos los intereses de la otra Kate servían de algo.
            -Hola, florecitas del campo. ¿Necesitan la ayuda de un valiente caballero como yo? –Y así hacía su entrada Sharon todas las mañanas, con su hermano de la mano y una pose seductora a la que solía responder riéndome de él en su cara.
            -No recuerdo haber solicitado los servicios de ningún superhéroe de pacotilla. –Le respondí, haciendo gala de mi sátira.
            -Vaya… Me ha pisado usted la excusa, señorita. –Replicó, sacando una flor de la nada que acabó, indudablemente, en el pelo de Judy. –De todos modos, a usted no le gustan las flores, ¿verdad?
            -Afirmativo. –Dije con un amplio bostezo que Sharon aprovechó para ponerme una piruleta en la boca.
            -Toma, un dulce, a ver si dejas de ser tan ácida.
            -Mira quién fue a hablar… Anda, métete en agua, que te sobra salero… -Mascullé, fingiendo estar ofendida mientras me adelantaba.
            -Venga, Kate, que era una broma…
La verdad es que me encantaba tenerle detrás… Era un chico muy simple… Bueno, como todos, pero era de los pocos que entendía mi humor y con el que podía salir por ahí con tranquilidad.
Además, iba a mi universidad, así que me acercaba a veces en la moto…
Sí, no he escarmentado mucho desde el accidente…
El caso es que la reacción normal ante esas situaciones era comenzar una pelea amistosa que siempre ganaba yo, que acababa con la graciosa reprimenda de Judy.
Pero al parecer, ese no era un día como los demás, porque Sharon me sacó la piruleta de la boca, me cogió por la cintura y me besó.
Judy y Robin no se dieron cuenta de nada, y casi lo agradecí, porque estaba completamente… ¡alucinada!
            -¡Sh-Sharon! ¿Qué…?
Sharon se sonrió y miró a ambos lados, besándome otra vez, por si no estaba lo suficientemente avergonzada y fosforescente…
Se relamió y me sonrió, como si hubiera hecho la mejor carrera de su vida, diciendo:
            -¿Eso es un sí?
            -¡Por supuesto que no! –Respondí cuando recuperé el juicio y vi lo que había hecho, alcanzando a Judy y Robin.
            -Venga, sal conmigo. Tengo moto, saco buenas notas, nuestras familias se llevan bien, nos conocemos de hace mucho… ¿Acaso hay un mejor pretendiente en la zona o qué?
Por respuesta le di un carpetazo en la cara que lo dejó fuera de combate y tuve una salida tan triunfal que me sorprendió no escuchar trompetas ni tambores a mi paso.
            -¡Vámonos, Judy!
            -Pero tata… Eztas muy roja… ¿Te haz quemado?
            -¡N-No estoy roja, maldita sea! ¡No estoy roja en absoluto!
Grité eso lo suficientemente alto como para me oyera, y el caso es que pasé una semana sin dirigirle la palabra.
Pero Sharon era persistente. Al final fue él el que ganó la partida, por insistencia más que otra cosa.
En otra línea de cosas, acabé en medicina y me especialicé en psiquiatría.
Cuando más aprendía sobre el tema, menos explicación le daba a mi desdoble y a la presencia de la otra Kate, y cuanto más crecía Judy, más me daba la impresión de que “ella” se había convertido en mi hermana.
Puede que fuera solo un deseo, una impresión, una necesidad… no sé.
También me parecía que Robin era Mathew y que al final tenía razón, que siempre hay una segunda oportunidad.
Quizás es solo que necesito pensar que “ella” no murió aquel día, que no se sacrificó por mí, sino que encontró su verdadero destino.
Sí, prefiero pensar que “ella” está aquí conmigo, de algún modo.
Que yo soy Kate y “ella” es Judy y así es como tiene que ser.
No creo en el alma.
No hay nada después de la muerte.
Puede que mi mente trastornada creara a esa Kate y que el accidente me devolviera la cordura.
O puede que sea ahora cuando estoy verdaderamente loca.
Ya no puedo volver atrás. No lo pretendo.
Disfruté aquel momento y me llevo el recuerdo de lo que esto significó para mí, la consciencia de que tuvimos una segunda oportunidad y de que tras la línea que ambas compartíamos ahora solo quedo yo… Porque ella ha encontrado su propia línea, su propio equilibrio… Porque ya no seremos voces invisibles escondidas en la oscuridad.

martes, 4 de septiembre de 2012

Inside (Tras la línea) || 15 ||


“¿No quieres que te llame Kate? ¿Entonces qué te llamo, Katie? ¿No? ¿Pues entonces cómo? ¿Osita estaría bien? ¿Te da vergüenza? ¡Pues a mí me encanta! Eres tan mona… Déjame, anda… ¡Bien! ¿Qué, osita, vamos al parque? ¡Pero no te enfades! Cómo quiero yo a mi osita…”


Ya he decidido.
¿El qué?
No quiero despertar.
¿Cómo? ¿Pretendes que estemos así toda la vida?
No, tú no. He dicho que YO no quiero despertar.
Pues lo llevas claro, porque vamos en el mismo pack. No sé cómo te vas a apañar.
No tengo ningún motivo para despertar. Ya no quiero ser Kate nunca más.
¡Pero ERES Kate! ¡No puedes dejar de serlo de la noche a la mañana!
No, tú eres Kate. Yo no soy lo que ellos esperan.
¡Claro que lo eres! Espera… ¿Qué?
Mamá y papá quieren una hija seria e inteligente. Y esa eres tú.
¡Eso no es cierto! ¡Tú eres la favorita de mamá!
Eso no es así.
¡Dame un buen motivo!
No quiero seguir, ¿vale? Lo único que era solo mío ya no está. Nadie me necesita.
¡Yo te necesito!
No, y lo sabes.
¡No puedes saber cómo me siento!
Si fuéramos la misma persona, lo sabría…
¿Qué? Es la primera vez que te dejo sin palabras…
No puedo aceptarlo. Las dos nos hemos metido en esto y las dos vamos a salir.
No, Kate, vas a salir tú sola.
¡Deja de llamarme así! ¡Ambas somos Kate!
¿No querías ser libre? Ahora que puedes, te quejas…
¡Pero no a tu costa! ¿Qué harás si no te despiertas?
No lo sé… Moriré, ¿no?
¿Y eso no te da miedo? ¡No parabas de decir eso hace un momento!
Antes sí, pero ahora… Es lo mejor, Kate, y te mereces vivir. Siempre hemos hecho lo que yo he querido… Te agradezco mucho que me dejaras estar con Mathew a pesar de que no te caía bien…
¡Corta ya esa mierda, tienes que venir conmigo!
No, Kate, eres tú quien tiene que despertar. Dale un beso a mamá y papá de mi parte, ¿vale?
¡Espera! ¡No hables bajo ahora! ¡Repite eso si te atreves!
Lo siento, Kate. No te enfades…
¡Espera! ¡No te vayas, joder! ¡Kate! Espera… No te vayas, por favor… No me dejes sola… ¡Hija de puta, te he dicho que esperes! ¡No voy a dejar que me hagas esto! ¡No después de todo lo que he aguantado! Ven aquí y… No…